36 •

44.6K 3.7K 3.9K
                                    


Mirándolo desde cerca, me estremecí en mi lugar y mi corazón sin duda alguna comenzó a alborotarse con tan solo escucharlo respirar. Mordí mi labio inferior y tiempo después giré mi vista hacia el paisaje lloroso detrás de la ventana. Contemplé detenidamente como las goteras bajaban por él vidrio y como golpeaban a este. Aquellas caían al piso en una velocidad lenta mientras que las hojas cafés se balanceaban ante el viento al descender.

El cielo gris, una débil llovizna de otoño, Jimin y yo sentados en el borde del ventanal de mi habitación mirando hacia las afueras de esta.

Giré de nuevo mi rostro con la sensación de haber escuchado un murmuro por parte suya, pero al parecer había sido mi imaginación. Jimin se encontraba recostado ante la pared que sujetaba el marco de la ventana, sentado con sus piernas flexionadas mirando hacia el triste paisaje lluvioso. Su cabello negro caía por su frente, mechones se sumergían dentro del cuello de su camiseta y el color del pantalón de pijama hacia un lindo juego con sus ojos oscuros. El rostro del aludido estaba sin expresión alguna, sus labios abultados y su cabeza apoyada contra el vidrio de la ventana. Sus manos entrelazadas unas a la otra y mi corazón que lo anhelaba cada minuto que estaba pasando. Una pequeña pelusa en su mejilla derecha.

Nunca me cansaría de mirar a Jimin. Mis ojos habían buscado la satisfacción en su rostro, en aquel rostro hermoso y fino. Un rostro digno de observar. Y sus labios eran, últimamente, mi adicción favorita.

No.

Jimin era mi adicción favorita.

-¿Qué tanto estás mirando?- preguntó sin siquiera apartar su vista de la ventana. Vacilé un momento en mi lugar mientras me apoyaba contra el frío cristal y miraba hacia la puerta de la habitación. Jimin me había vuelto a descubrir mirándolo, anhelándolo.

Como siempre.

El color en mis mejillas nació junto con un temblor en mi cuerpo. Sonreí con torpeza mientras me volvía hacía el y estiraba mi mano derecha para poder tocar su mejilla.

-Tienes una pelusa, aquí. -murmuré. Jimin se estremeció en cuanto las yemas de mis dedos hicieron contacto contra su suave piel.

Inmediatamente giró su rostro y sus ojos se fundieron con mi mirada. Mi boca se entreabrió mientras que la caricia en su mejilla se intensificaba hasta el punto de hacerme temblar las piernas. Su mirada siendo tan profunda, aquel brillo naciendo en ella y la iris volviéndose opaca. Envío una flecha a mi pecho, sacudiéndolo y controlándolo a su manera. Era increíble como Jimin me tenia sujeto de una cuerda y como mi cuerpo reaccionaba ante sus acciones.

Lamentablemente yo ya estaba debajo de el y más que profundamente enamorado de este. 

-Listo.- susurré al fin con mi voz temblorosa.

Después de todo, aún necesitaba hacer algún tipo de terapia para no perder el control.

Sin embargo, en el momento que quise quitar mi mano del rostro de Jimin, este la agarró mientras esta última se convertía en un puño cerrado. Apreté mis dientes sin siquiera dejar de mirarlo. Todo pareció derrumbarse con ese simple toque y maldita sea, estaba tan sumido ante su tacto que me había vuelto demasiado sumiso a ellos.

Parecía que el suelo debajo de mis pies se había desvanecido al igual que el techo encima de nosotros. Como si fuera que estuviera flotando en el aire, volando ante el viento que corría en la habitación y golpeándome contra la lluvia que caía desde arriba, sintiéndome preso de un solo toque y una mirada llena de deseo, aquella que comenzó a nacer dentro de él hacía un tiempo; desde el día que confesó que estaba enamorado de mí.

Sus cejas se elevaron y sus ojos se volvieron pequeños, una oleada de cariño recorrió mi cuerpo. Jimin sonrió.

-Ven.- dijo y tiró de mi mano haciendo que mi cuerpo cayera encima de su pecho.- Súbete, aquí.- señaló el cemento debajo de sus muslos.

Home • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora