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Las hojas caían unas tras otras, descendiendo al suelo mojado y quedándose allí hasta que algún día alguien las recogiesen. Cada paso que yo daba, cada paso que me alejaba más de mi único destino. Los automóviles conducían sin preocupaciones algunas quizás, sus neumáticos golpeando y salpicado los grandes charcos de agua en la acera y el sonido de sus bocinas retumbaban en mis oídos. Suspiré mirando al cielo, oscuro y nublado. No había estrellas y al suspirar de mi había salido una hilera de humo frío. Me estremecí al sentir el viento helado golpear contra mi rostro.

Caminé hasta llegar a una esquina y giré para entrar en la zona peatonal de la ciudad. Miles de vidrieras con maniquís se posaron nuevamente delante de mis ojos. Alguien en frente mío estaba cantando una canción melodiosa. La gente caminaba apresurada, una nueva llovizna esperaba por nosotros y sin embargo a mi no me importaba en lo absoluto. Me detuve en frente del músico cuya notas melodiosas salían de su guitarra y cerré mis ojos dejándome llevar por el sonido y perdiéndome en el. Salir a caminar un viernes por la noche y perderme en la parte central de mi pueblo había sido la mejor decisión que había tomado después de todo. Hacía mucho tiempo que no salía a caminar, recorrer veredas mientras veía vitrinas y me gustaba aún más cuando hacia frío. El aire fresco y las luces de la ciudad me hacían poner ansioso sobre una próxima nevada, quizás esta última estaba pronto de caer. Sonreí.

La nieve.

Saqué mi mano derecha que tenía dentro de mí chaqueta negra y visualicé la hora en el reloj que tenía en la muñeca. Ocho y media de la noche. Bufé y dándome la vuelta me dispuse a seguir caminando sin rumbo alguno. Seguramente en casa de los Park la fiesta estaba comenzando. Era muy probable que todo los jóvenes del pueblo cayeran a la fiesta que Jimin organizaría por su cumpleaños. Yo no quería estar ahí, estaba cansado de que todas aquellas fiestecillas terminasen en problemas y yo con una nariz partida por la mitad. Lo que más me enfurecía de todo esto era que el me había prometido- entre comillas- que no volvería a ocurrir de nuevo; pero vamos, estamos hablando de Jimin, Park Jimin. Su cumpleaños para el colegio era muy importante porque el pelinegro se destacaba por ello, por las fiestas gigantes.

Me encogí debido al aire fresco que corría y seguí caminando. Tampoco lo había saludado por su cumpleaños y mucho menos había intercambiado miradas con aquel. Practicamente Jimin faltó al colegio, Jihyun lo llevó a desayunar y almorzar fuera, para cuando yo ya estaba de regreso en casa ellos todavía no habían llegado. Definitivamente salí antes de que aquellos viniesen. Era como si yo también estuviera evitándolo. La confesión de Sumin no me había dejado dormir en toda la noche haciendo que mi corazón saltara y se alegrara por ello. Pero vamos, no quería ilusionarme más de lo que ya estaba.

Entre el y yo no podría pasar nada.

Por un momento en la tarde estaba apunto de levantar el teléfono y marcar el número telefónico de Jimin para desearle un buen feliz cumpleaños, pero recordé que el ni siquiera me había saludado para el mío y entonces la ira se apoderó de mí. Así que en esta ocación yo haría lo mismo. Quizás a el ni siquiera le importara.

Estaba más que claro que Jimin no la pasaba bien en su cumpleaños ¿Quién lo estaria? Jihyun me lo había contado todo y no evité sentirme enfermo de repente. Yo mismo me había dicho que haría todo lo posible para que su corazón volviece a latir de nuevo pero más que eso parecía que lo estaba alejando cada vez más. No sabía como actuar y sabía que Jimin no estaba bien, Jihyun me lo había dicho aquella vez. Jimin usaba una máscara para esconder todo su dolor. Yo no podía comprenderlo y me sentía inútil por no hacerlo. Era difícil. La personalidad de Jimin tenía mucha dificultad. No era como las matemáticas o las ciencias exactas, era un psicología con razonamiento del cual yo no podía ni siquiera analizar porque no podía tener sus mismas emociones. Y vaya que quería entenderlo para poder siquiera ayudarlo.

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