Capítulo 23 - El secreto de Ben

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Canción en multimedia: Let me go — Avril Lavigne ft. Chad Kroeger

Capítulo veintitrés — El secreto de Ben ღ

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Capítulo veintitrés — El secreto de Ben 

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Lo que quedó del sábado no hice más que dejar un libro abierto sobre el escritorio y pensar, no salí a correr esa noche y, como habíamos pactado un día, Jack se debió de haber ido a la una menos cinco al ver que yo no bajaba. Sólo nos damos diez minutos de margen y esa es una buena forma de que funcione.

Mi humor no es mejor el domingo, me paso la mañana configurando el móvil y sin poder hablar con alguien conocido porque no tengo números y las redes sociales no me gustan demasiado, supongo que en el fondo no quería que nadie de mi pasado me reconociera y pudiera volver a ponerse en contacto conmigo. 

A media tarde me paso una mano por la trenza de raíz que acabo de hacerme y me inclino un poco más hacia atrás en la silla, completamente aburrida. Al menos Brigitte ha tenido la decencia de, además de añadir sus números y marcarlos como personas a las que avisar en caso de emergencia, dejarme la contraseña de la wifi ya puesta. Descargar spotify y volver a entrar a mi cuenta para recuperar las listas de reproducción es lo primero que he hecho. Para mí, la música, como el arte, es lo que me ha mantenido a flote cuando creía que pisaba sobre un suelo delicado. Es una de mis distracciones principales.

Después de cenar vuelvo a recluirme en mi habitación, algo nerviosa. La cena no ha sido cómoda, tampoco puedo quejarme, nunca lo es, pero hoy ha sido peor. El señor Daking comía con prisas y brusquedad, una de las veces he creído que su copa se rompería al dejarla con demasiada fuerza sobre la mesa. Brigitte ha mantenido la compostura en todo momento, pero ha comido como un pajaro, apenas probaba bocado. Yo me he limitado a terminar lo mío para poder recoger e irme. Ni siquiera han hablado entre ellos. Quizás estén pasando por un mal momento en su relación, me sorprende que hayan aguantado tanto tiempo juntos, la única conexión que podían tener era ser odiosos. 

Si se divorcian que no esperen que me preocupe por ellos, de todas formas espero estar ya a una distancia razonable de ellos para entonces y, en cuanto me separe, que no esperen verme ni en las felicitaciones de navidad.

Son las nueve cuando escucho la voz de Brigitte diciendo algo que no sea "Está la comida" desde la discusión que tuvimos ayer. Bueno, discusión si es que se le puede llamar así a que yo haya creído que podría apelar a su compasión.

Ella abre la puerta, con un mono negro que lleva puesto desde que se ha despertado y calzado plano que hace que la tela llegue hasta el suelo.

—Tu amigo está aquí.

Me paralizo. Mierda, Jack, voy a matarte ¿Cómo se le ocurre? 

Brigitte no parece del todo sorprendida, ella abre del todo la puerta y suelta ese "Que no se quede más de una hora" antes de encerrarse en su despacho. Maldigo por lo bajo al salir de mi habitación. Íbamos a vernos a la hora de siempre, a la una menos cuarto yo saltaría al jardín para encontrarnos. No quiero que venga, no quiero que los Daking tenga la oportunidad de conocerle o cruzar más de una palabra con él, nunca acaba bien cuando lo hacen.

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