Capítulo 38 - "No primera, primera cita"

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Canción en multimedia: Couple of kids — Maggie Lindermann (Amo la canción para Jashley y este capítulo)

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Capítulo treinta y ocho — No primera, primera cita

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Al cenar finjo sentir dolor de tripa, dejo mi plato a medio comer después de haberle dado escasos tres bocados al pollo y me deshago en excusas ante los Daking. Brigitte termina levantándose de la mesa y trayéndome un té para que les haga compañía en lo que terminan de comer. Esta vez, ambos se ven más calmados, menos ajetreados. Probablemente porque el peor momento del caso de Brigitte ya haya llegado a su fin y los tres podamos respirar tranquilos de nuevo.

El té sí me lo tomo, una infusión que según Brigitte podría asentarme el estómago. Les ayudo a recogerlo todo y aviso de mi idea de irme a dormir temprano por encontrarme mal. Lo aceptan con facilidad. Brigitte llega a preguntarme si quiero que me despierten dentro de unas horas para cenar algo, la pregunta me sorprende un poco, no es como si no me haya quedado sin comer o sin cenar más de un día por miedo a aparecer con el señor Daking presente y ninguna de las veces ella había hecho esta propuesta. Por un momento parece alguien que se está esforzando, pero recuerdo el resto de sus acciones y la cordura vuelve a mí.

Agradezco y digo que no hará falta, con eso me encierro en mi habitación, poniéndome el pijama y quedando metida entre las mantas hasta las nueve menos cuarto. Escucho en busca de pasos, al no haber nada hago como Jack dijo: Meto un par de cojines entre las mantas y lo amoldo. Cuando estoy satisfecha, me cambio de ropa.

Sintiéndome idiota por no haber preguntado adónde vamos a ir, uso ropa que me da la sensación de ser un comodín. Pantalones negros con botines y una blusa azul, así da igual si es más o menos formal, no llamaría la atención en ninguna. Agarro una americana blanca que me regaló Brigitte hace unos meses y, como las otras noches, dejo la puerta de mi balcón entreabierta y salto al jardín.

—Y yo apostando que ibas a caer mal.

No pego un grito porque la suerte ha estado de mi parte, pero que Jack aparezca detrás de mí, con capucha y en vez de hacer algún ruido hable de la nada, puede con mis nervios. Él se ríe al ver mi reacción.

—Eres idiota —murmuro entredientes, me fijo una última vez que las luces estén apagadas en el piso de arriba y, aun así, soy incapaz de quedarme tranquila—. La próxima vez espera donde siempre, no escondido contra la pared para poder asustarme.

—¿Te he asustado?

Incluso cuando la capucha de su sudadera y la oscuridad de la noche le cubren gran parte de las facciones, puedo encontrar una inconfundible burla en la curvatura de sus labios. Se siente orgulloso.

—Lo dices como si no lo hubieras hecho a propósito.

Se encoge de hombros, incapaz de siquiera fingir inocencia. Aun así tiro de su capucha y, una vez cae, le beso. Lo que más me gusta: sentirle sonreír y mantenerse todavía cerca aunque el beso haya terminado. Sus manos se deslizan sobre mi cintura y sus labios rozan los míos una vez más.

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