Capítulo 5 - Compañeros nocturnos

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Canción en multimedia: New Rules — Dua Lipa

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Capítulo cinco — Compañeros nocturnos

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La barbacoa llegó a ser entretenida, el sábado en cambio, un infierno.

Desde que empecé a pasar los viernes con Ben un par de años atrás, su tía abuela, la señora Reed siempre llamaba a los Daking para decirles que yo estaba allí. Era o eso o recibir ella la llamada. La mujer siempre ha sido un encanto, nos traía chucherías como si fueran de contrabando y nos guiñaba un ojo al dejarnos salir a sabiendas de que a mis padres adoptivos les había dicho que sólo veríamos películas y que no saldríamos de casa. Esa señora es un ángel, siempre lo he dicho. Sin embargo, antes de llegar a casa recibí el nervioso mensaje de Ben rogándome que le disculpara por no haber avisado a su tía abuela a tiempo. Al parecer los Daking habían llamado y la mujer sin saber que tenía que mentir, les dijo que yo no estaba ahí.

Claro está, el mensaje de Brigitte exigiéndome que volviera casa inmediatamente tampoco se hizo esperar. Mis pasos fueron rápidos durante el camino de vuelta, el viaje en autobús eterno y, la reprimenda, de más de media hora. Media hora durante la cual lo único que pude hacer fue clavar mis ojos en Brigitte y mantener la boca cerrada para no empeorar las cosas. Mi mente, como las otras veces, estaba resguardándome en cualquier otro lugar.

Los Daking se habían tomado la acción como una mentira en lugar de lo que era, simple omisión de información para conseguir un fin. Aunque, claro está, esa también es la forma más cómoda de formar el engaño. Fue eso lo que les hizo despertarme a las ocho de la mañana y hacerme compartir despacho con Brigitte el resto del día. De haber podido hubiera evitado ir a comer, esos silencios eran peor que simples momentos incómodos, me hacían querer tirarme de los pelos con fuerza.

La tensión y ansiedad que me ha creado el día de hoy me hace deslizarme hasta salir de la cama entrada la noche. Son pasadas las doce cuando me cambio a ropa oscura para hacer deporte y recojo mi pelo en una coleta alta. Mi rutina era salir cada mañana de días festivos a correr en ayunas, correr campo a través, hacer alguna de mis rutinas de ejercicio, escalar y darme tiempo de estirar después había logrado ayudarme más de una vez. Aunque Wen me hubiera repetido que lo que yo hacía no era sano, agotarme hasta que mi cuerpo doliera y mi mente no pudiera pensar en nada con claridad era una buena forma de hacerme olvidar mi propia vida durante un corto periodo de tiempo. Algo que no voy a negarme conseguir.

Abro las puertas hacia el pequeño balcón que hay en mi habitación, reviso que la puerta de mi cuarto esté cerrada y acomodo la almohada entre las mantas para que dé la sensación de que hay alguien bajo ellas. Después salgo, dejando las puertas hacia el balcón entrecerradas y me sostengo a la balaustrada para no caer cuando salto sobre ella. Mis pies quedan al otro lado, en el diminuto espacio que consigo para no caer. Como las otras veces, me agacho hasta que mis manos alcanzan al borde y deslizo mi cuerpo para poder quedar colgando. Mis pies quedan a medio metro del suelo cuando me suelto, cayendo sobre el jardín y tensando mi coleta.

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