Capítulo 41 - Tardes en pareja

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Canción en multimedia: Pumped up kicks — Foster the people (Cover de Tanner Patrick)

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Capítulo cuarenta y uno — Tardes en pareja

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Durante los últimos días de clase antes de que nos den las vacaciones apenas piso mi casa. Procuro pasar el mayor tiempo posible en la biblioteca estudiando y terminando trabajos que han ido mandándonos para estas fechas.

El miércoles, último día de clase, los Daking se confían y no les hace falta venir a buscarme para llevarme a la biblioteca así que voy andando, por primera vez en mucho tiempo, con Arianna, Trevor, Noah y Jack.

Durante el último tramo y después de que Jack se haya acoplado a mi plan trato de convencerle para que siga con su camino y se vaya a casa. Le conozco y sé que no va a hacer más que sacarme de quicio durante las horas que pasemos dentro del edificio, pero no consigo hacerle cambiar de opinión. 

—¿Para qué vamos a la biblioteca? —Jack abre la puerta del edificio para mí—. Por cierto, ¿te he dicho ya que me gusta la pulsera que llevas hoy? Quien la haya elegido debe de tener muy buen gusto.

—Yo voy a la biblioteca para hacer los ejercicios de química que han mandado para navidad. Tú no sé qué haces aquí.

—¿Ahora no puedo pasar tiempo con mi novia?

Señalo una de las mesas más alejadas y Jack es el primero en dejar sus cosas sobre la mesa. Ocupa la mitad sólo con su mochila, bolsa de deporte y abrigo. Lo extiende más a propósito, estoy segura de ello. No quiere a nadie más sentándose en nuestra mesa. Después se deja caer en el asiento a mi lado antes de poder apartarlo.

—La última vez que viniste nos echaron —le recuerdo. Fue la primera y, hasta ahora, última vez que esperaba coincidir con él aquí. Es incapaz de estarse quieto, se aburre con mucha facilidad y tiene un serio problema con la falta de atención.

Así que consiguió que nos echaron a ambos en menos de una hora.

—La vieja que vigila es odiosa, no fue mi culpa.

—Estuviste lanzando trozos de papel con saliva a través de un maldito bolígrafo a cualquier persona que pasara cerca.

Sonríe. El muy idiota sonríe orgulloso de su azaña. ¿Qué decir? Además de entretenerse rompió uno de mis bolígrafos para poder montar su cerbatana. Saco mi libro y apuntes de química, Jack apoya la barbilla sobre su mano.

—Podían no haber pasado por aquí.

—Jack, ya no eres un niño, ¿por qué te comportas como uno?

—Puedes quejarte, pero yo sé que te encanta que sea así —se regodea—. Si no no hubiera aceptado salir conmigo, ¿o me equivoco?

—Oh, cállate.

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