Capítulo 26 - Los casos de Brigitte

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Canción en multimedia: Dream — Bishop Briggs

Capítulo veintiséis — Los casos de Brigitte ღ

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Capítulo veintiséis — Los casos de Brigitte 

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El miércoles repito la rutina, Jack todavía no se ha pasado por clase y, después de dar un par de vueltas a todo durante la tarde, finjo dormir y vuelvo a saltar por mi balcón entrada la noche.

Al llegar a casa de Ben me doy cuenta de que él está más cansado de lo habitual, tampoco es como si yo esté durmiendo mucho estos días, pero lo de él es exagerado. Me acompaña hasta la cocina, con pasos lentos y pesados antes de tomar asiento. Hago lo mismo.

—No tienes buena cara —digo.

Ben levanta la mirada y sus manos tiemblan un poco hasta que las deja sobre la mesa.

—Estoy cansado.

—¿Has podido dormir algo?

Niega—. Tampoco es eso lo que me cansa.

¿Por qué nunca encuentro las palabras adecuadas que decir?

—¿Puedes ayudarme a recoger mis cosas? —pregunta.

Mis ojos se empañan un poco y me obligo a pestañear para poder ver con claridad.

—¿Ya estás haciendo las maletas? —pregunto.

—Tengo que ir preparándolo todo, mi padre vendrá el fin de semana para ir llevándose más cosas.

—¿Quieres que esté aquí cuando él venga?

—No. Necesito hacer eso solo.

Su convicción me convence poco, aun así es su decisión. Le acompaño al piso de arriba, haciendo el mínimo ruido posible para no despertar a Rossy y metiéndome en su ordenada habitación. Hay una caja de cartón cerrada contra la pared y una maleta a medio hacer. Sobre la cama, otra caja con libros.

—Tengo que ir metiendo todo lo que veas en cajas —me dice. Como muestra toma el trofeo que ganó hace dos años en un concurso de ciencias y lo mete en la caja que hay sobre la cama. Me mira—. Es extraño, ¿sabes?

—¿El qué?

—Que mi vida quepa en estas cajas.

Ben pasa una mano por el cartón, entonces niega y se aparta. Sí, es curioso. Lo es más todavía saber que la persona con la que has crecido va a desaparecer de tu vida como si nunca hubiera estado ahí.

Paso por su lado, apoyando la mano sobre su brazo unos segundos al hacerlo. Él me sonríe a desgana y vuelve a lo suyo, le ayudo.

Pasamos así un par de horas, parándonos en algunas de las fotografías que encuentra y riéndonos de cómo éramos años atrás. Él se queda inmóvil cuando saca una pequeña caja de madera de uno de los cajones de su escritorio. Tiene grabado el dibujo de una botella de vino. Ben la abre con lentitud y no puedo evitar fijarme en el cuidado con el que saca un reloj de su interior. Lo mira, acariciando la carrera con sus dedos antes de dejarlo sobre el escritorio. Sonríe un poco al revolver lo que tiene dentro.

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