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—Jeon, no puedes seguir así.

Lo ignoró completamente, mientras seguía golpeando el saco de boxeo. Sentía las vendas desprenderse de su mano, pero no se detuvo a acomodarlas, necesitaba cansarse y lo mejor, era golpear algo.

—JungKook, detente, mira tus nudillos.

Pasó por alto sus palabras y volvió a hacer oídos sordos. Deseaba descargar todas sus emociones de esas últimas tres semanas, buscando que en esos golpes, desapareciera el sentimiento que oprimía su pecho.

Simple. Doble. Simple. Doble. Simple. Doble.

Repetía en su mente, mientras sus manos hacían caso, golpeado de acuerdo a sus indicaciones.

—¡JungKook, por favor! Te están sangrando las manos.

La voz de Jae-Hun sonó tan fuerte que se detuvo, le había gritado con todo lo que tenía, logrando captar su atención. Era cierto, sus vendas mal puestas, estaban llenas de sangre, al igual que lo poco de piel que podía ver. Giró su cabeza al chico, este le miraba desde un punto, no muy lejano, dentro del gimnasio.

—Idiota, ven, te voy a sanar— Su voz sonaba débil y ahí se dio cuenta de las finas lágrimas que caían de sus ojos.

Siguiéndolo en silencio, le hizo sentar en una de las bancas para descansar, mientras que buscaba el botiquín de primeros auxilios.

Observó sus manos completamente ensangrentadas, pero no sentía nada, lo más probable era que su corazón seguía igual de dañado.

Desde la última vez que vio a Jimin, había llorado y sufrido como nunca. Se sentía culpable, había arruinado por completo una fecha demasiado importante para ambos y no se sentía digno, para llamarlo y pedirle disculpas.

Aún resonaban en su mente, las últimas palabras de su novio, dejándole en claro que no quería saber nada de él.

Se había refugiado en la academia y en su trabajo. En los tiempos libres se quedaba entrenando por su cuenta. La situación en su casa no mejoraba, lo que lograba mantenerlo distraído y no pensar en Jimin, pero era imposible, el mayor rondaba en su cabeza día y noche.

—Pásame tus manos.

Alzó la mirada. Jae-Hun se había mantenido a su lado, no le había preguntado nada, ni había esperado explicaciones, solo lo observaba para que comiera bien, durmiera y no se hiciera daño, como hoy.

—Te he dicho un millón de veces, debes pedirme a mí que te coloque las vendas, si lo haces solo, lograras que se te aflojen.

Cualquier persona que entrara al gimnasio, pensaría que Jae-Hun hablaba solo y es que, desde su discusión con Jimin, JungKook no soltaba ni media palabra.

Al sentir el alcohol en sus heridas, pegó un leve salto. Ardía como la mierda.

—Te pasa por no hacerme caso— Parecía una mamá regañando a su hijo.

En silencio, Jae-Hun soltaba pequeñas lágrimas, que creía que JungKook no veía, pero el chico herido lo miraba atento, observaba como Jae limpiaba disimuladamente sus lágrimas, volviendo rápidamente a sus heridas.

Bullets Losses →kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora