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Pateó fuerte la pared y sintió su pie doler más que nunca. Pero no importaba, siguió repitiendo la acción que quería apaciguar todas las emociones que sentía en su ser. Escuchaba el llanto de su novio y deseaba poder consolarlo, pero los dos estaban rotos.

El doctor ya había hablado, el daño era grande. Al tratarse de un golpe directo al cráneo, dando con una zona tan delicada como el cerebro, tuvieron que inducirlo a un coma, para así poder manejar al chico, hacer todos los tratamientos posibles y buscar alguna solución. Pero ya era seguro que tendría que dejar la academia.

Las lágrimas en su rostro descendían con rapidez. Todo era injusto, todo en la vida de Jae era injusta. Y ahora le arrebatarían, lo único que tenía para hacer en su vida.

Su puño dio de manera firme contra la pared del hospital, observando en su brazo, aún su karategi del reciente campeonato. Aquello le conmocionó aún más. Si tan solo hubiera detenido el combate, nada de esto estaría pasando.

Observando su puño, se acercó lentamente a la pared, apoyando su frente contra ella. Cerró los ojos unos segundos, buscando dentro suyo, alguna pizca de paz que pudiera calmarlo en un momento como ese. Poco a poco, sus rodillas se fueron doblando y su cuerpo girando, hasta estar sentado en el suelo, con su espalda apoyada a la pared.

En una mirada empañada, observó a Jimin acercarse, hincándose frente suyo, con sus manos apoyadas en las rodillas del menor, teniendo equilibrio gracias a ellas.

Su rostro estaba igual o peor que el suyo. Totalmente rojo por el llanto, con una expresión desolada y perdida. No había brillo en sus ojos, por primera vez, pudo encontrar en ellos, un tono opaco, que no dejaba ver al chico alegre del día a día. Parecía un niño perdido, que en su rostro, no dejaban de descender las lágrimas.

Sin palabras, abrió espacio, separando un poco sus piernas y brazos. En un instante, ya tenía la espalda del mayor apoyada contra su pecho. El cuerpo de Jimin, estaba totalmente rodeado por los brazos de su novio.

Eran personas buscando apoyo en otra que estaba igual de mal.

Habían visto a los señores Park al momento que el doctor llamó a los familiares, pero apenas las palabras fueron soltadas, la madre de los chicos se desmayó y la pareja se fue.

Lo preferían así. No necesitaban falsas lágrimas, ni lamentaciones baratas. Ambos eran las personas que más se preocupaban con Jae, los únicos que quizá, conocían al verdadero Jae-Hun.

Un chico, que gracias a su familia, no tenía aspiraciones.

—¿Se va a recuperar?

—Sí, es un chico fuerte. Recuerda, es un Park— Jimin, con la vista perdida, sonrió con tristeza. Por primera vez quería que la fuerza de su apellido realmente fuera demostrada.

❆❆❆❆

Despertó con el mayor entre sus brazos. Sonrió levemente al detener su mirada en él, su cabello desordenado y sus ojos algo hinchados por todas las horas de descanso.

Hubiera preferido no despertarlo nunca, pero le había prometido desde el comienzo que lo levantaría para ir lo antes posible al hospital.

La mañana fue silenciosa, como lo habían sido esas últimas dos semanas. Parecían robots, sus movimientos eran tan mecánicos, que sabían perfectamente cómo actuaría el otro. Media hora después, ya estaba saliendo del apartamento, camino al horrible lugar que habían estado visitando desde el campeonato.

Ese día YoonGi, TaeHyung, NamJoon y SeokJin habían ido a darle ánimos a Jimin y JungKook lo agradeció de todo corazón. Quizá no tenía la mejor relación con Tae, pero él lograba distraer a Jimin.

Bullets Losses →kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora