Reencuentros en la capital III

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Sharta, capital de Sharpast.

Maorn estaba disfrutando de su estancia en la capital del Imperio. Llevaba solo dos días en aquella ciudad, pero habían sido muy intensos. La habitación que le habían ofrecido era grande y espaciosa; la cama en la que dormía era tan cómoda que podía pasarse gran parte del tiempo tumbado o durmiendo sin que le doliera la espalda. El cansancio acumulado le estaba pasando factura, pero poco a poco se iba reponiendo. Curiosamente, tenía una extraña sensación de libertad en aquel palacio; podía salir cuando quisiera y moverse a placer. Los jardines eran tan grandes como todo el palacio junto, hasta el punto de tener la sensación de perderse entre la vegetación. Un sofisticado sistema de canalización permitía llevar el agua a todas las partes de la ciudad y los jardines no eran una excepción. Había todo tipo de plantas de colores vivos y de gran tamaño, e incluso había animales domesticados que pululaban libremente entre la maleza. Era lo más hermoso y exótico que jamás había visto.

La ciudad en sí era una maravilla. Para salir tenía que ir acompañado con una escolta, pero merecía la pena bajar a los barrios bajos, ver las aglomeradas calles y mercadillos, sus puestos de productos exóticos, sus edificios, los templos... En varias ocasiones, el propio Marmond le acompañó y le llevó a varios espectáculos de lucha, donde combatientes profesionales de todo el imperio se enfrentaban entre ellos por dinero. Los combates podían ser sangrientos y a veces terminaban con la muerte del adversario, pero normalmente acababan con la rendición del perdedor. El público, siempre muy numeroso, disfrutaba con las peleas y apostaban grandes sumas de dinero, aun a riesgo de que los combates estuvieran amañados. También asistieron a espectáculos de danza, donde exóticas y bellas mujeres bailaban acompañadas de música para un público siempre extasiado por su belleza y destreza.

En uno de los espectáculos su primo le comunicó que, en cuestión de días, partirían al oeste para ver al Emperador. A Maorn no le agradó mucho la idea, pero no le quedaba más remedio que aceptarlo. Durante la cena se le ocurrió preguntar, una vez más, por su difunto padre.

—¿Cuándo murió? —preguntó Maorn, intrigado por la figura de un hombre que no había llegado a conocer, pero que le ligaba directamente con la familia imperial. Sus anfitriones se sentían incómodos cada vez que lo mencionaba, y le daban poca información sobre él, pero Maorn estaba dispuesto a averiguar todo lo posible sobre la figura de su padre. Al fin y al cabo, era lo único que le unía con su nueva familia. Debía saberlo todo.

—El año pasado —contestó Marmond, sin darle importancia—. Padeció una extraña enfermedad. Los médicos no pudieron hacer nada.

Como Marmond no siguió hablando, sino que dirigió su atención hacia la carne de cerdo asada que tenía delante, Maorn decidió seguir presionándole:

—Me gustaría saber más cosas sobre él.

Su primo se quedó callado unos momentos; parecía molesto por hablar del tema, pero, al cabo de unos segundos, volvió a mirar a Maorn y le contestó:

—Tu padre era un hombre importante. Tenía el mando de muchos de los ejércitos de mi padre en la guerra, y contaba con numerosas tierras en Farlindor. Es posible que mi hermano te conceda algunas cuando le veamos. Eres su único descendiente vivo. Lo malo es que esos terrenos ya se han repartido, aunque el Emperador tiene siempre la última palabra. Todavía puedes recuperar esas tierras que te pertenecerían por linaje. —Marmond hizo un parón para beber un buen trago de vino y prosiguió—. Tu padre era temido y amado. Hizo cosas importantes: logró acabar con la rebelión de Tancor hace diez años, y fue el que capturó a su antiguo rey; aunque, según tengo entendido, este escapó hace algunos meses. ¿Sabías algo ya al respecto? —Maorn negó con la cabeza, a pesar de saber todo sobre el asunto, ya que Halon le había contado todos los detalles de su liberación y huida durante el viaje a Zangorohid—. Bueno, es igual, volviendo a tu padre: tenía carisma, podía haber llegado a ser emperador, pero, por designios del destino, no fue así. El legítimo heredero era mi hermano.

Sangre y Oscuridad II. La Venganza del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora