El destino de Tancor V

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El ejército de Tancor regresó a Hur de forma ordenada y tranquila siguiendo las instrucciones de sus oficiales, que se esmeraban para conseguir que aquella gran multitud de soldados pareciera un ejército disciplinado. En menos de una hora estaban ya acantonados en Hur y en el campamento que habían ubicado entre la villa y las colinas. Después de una cena frugal los oficiales organizaron los turnos de guardia y lo dejaron todo listo para el día siguiente, donde esperaban entablar combate contra su odiado enemigo.

Con la llegada de la noche los soldados se acostaron en sus humildes catres, salvo los más privilegiados que tenían la suerte de tener un colchón mullido. Debían dormir bien para lo que les deparaba el día siguiente, aunque los nervios y la tensión previa a la batalla hacían difícil poder conciliar el sueño. Algunos oficiales se quedaron a las afueras de Hur, observando en la lejanía las luces del campamento imperial, que ya había sido montado.

La noche era oscura, sin estrellas, al estar escondidas tras las nubes grises que ocultaban el firmamento. Las inclemencias del tiempo habían dado una tregua, pero de vez en cuando chispeaba, mojando los rostros de aquellos hombres que observaban tranquilos a sus enemigos, pero aquella escasa agua no era suficiente para sentirse molestos y buscar refugio.

—Ojalá lloviera más e hiciera aún más frío —dijo Turk—. Pasarían muy mala noche al raso en esas condiciones, y mañana estarían más cansados durante la batalla.

—Lo mismo pensaba yo cuando el Imperio invadió mi tierra en invierno —dijo Dungor, entristecido al recordar el dramático final de su reino—. Confiaba que los sharpatianos, más habituados al calor del sur, no soportarían el clima del norte, pero se sobrepusieron a las adversidades y nos derrotaron. Fue el invierno más frío en años, pero ni el tiempo, ni el Muro, ni la férrea resistencia de mi pueblo los detuvieron. Pero ahora las circunstancias han cambiado.

—¿Qué ha cambiado? —preguntó Turk, interesado.

—La abrumadora superioridad numérica del ejército de Sharpast durante la invasión de Sinarold decantó la balanza, pero ahora las fuerzas están igualadas. Mañana podemos vencer.

—Tenemos una buena posición —dijo Turk con confianza—. Querían que saliéramos del bosque para luchar en una batalla convencional en la que ellos tendrían ventaja, pero hemos elegido nosotros el terreno de la batalla y hemos tenido tiempo de prepararnos para la lucha. Confío en que venceremos y que mañana obtendremos nuestra libertad.

—Me gustaría contar con vuestro entusiasmo —dijo Elisei, desanimada al haber visto con sus propios ojos el tamaño del ejército de Sharpast e intentando ser realista—, pero creo que necesitaremos algo más que un puñado de fosos y empalizadas para vencer. Su ejército es más numeroso de lo que esperábamos. Nuestros hombres no tienen la disciplina, la experiencia, ni la fuerza del ejército imperial. Por no hablar de que tienen mejor armamento. Si llegamos al cuerpo a cuerpo nos acabarán aplastando. Puede que nuestros hombres les planten cara y luchen con bravura, pero, al fin y al cabo, muy pocos de los nuestros pueden equipararse a su infantería pesada. Tarde o temprano retrocederán, y acabarán huyendo, y todo habrá acabado. Aunque tengamos una buena posición no creo que podamos vencer.

Elisei dejó sin habla a sus compañeros.

—Durante la Gran Rebelión hubo varias batallas en campo abierto —siguió Elisei—. Fueron momentos de esperanza e ilusión para nuestro pueblo. Tancor despertó tras largos años bajo el yugo de Sharpast. Toda la nación se levantó en armas, y reunimos un poderoso ejército que plantó cara al Imperio. En las diversas batallas que se produjeron, aun estando en superioridad numérica, la infantería imperial desbarataba nuestras filas con suma facilidad, derrotándonos una y otra vez. Entonces aprendimos que si queríamos vencer al Imperio debíamos poner en práctica otra clase de guerra. Fue un conflicto largo, muy costoso y sangriento para todos, pero así era como hacíamos más daño a nuestro enemigo. Mediante el desgaste y las emboscadas mantuvimos en jaque al Imperio durante mucho tiempo, aunque al final nos derrotaron usando nuestras propias tácticas. Mañana, si nos enzarzamos en un cuerpo a cuerpo contra su infantería pesada, volverá a ocurrir lo mismo que en el pasado, y eso sucederá por muchas flechas que lancemos y por muchos fosos y empalizadas que pongamos en su camino.

Sangre y Oscuridad II. La Venganza del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora