La llama de la esperanza II

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Orilla oriental del Río Aguas Blancas.

Las noches eran muy frías en las cercanías del río. Hacer guardia vigilando la orilla contraria era una tarea ardua y muy aburrida. Las horas pasaban lentamente sin que nunca sucediera nada digno de mención. Apenas veían nada a más de quince metros de distancia por la densa oscuridad que lo embargaba todo. Pocas veces llegaban a vislumbrar algo de la orilla opuesta, que estaba controlada por el enemigo; y lo único que sus oídos percibían era un silencio sepulcral constantemente interrumpido por el ruido de los grillos y el de la corriente del río avanzando impasible hacia su destino.

En aquellas interminables vigías nocturnas tenían la obligación de estar siempre alerta y con la mirada puesta en la orilla opuesta para poder evitar a tiempo una posible acción enemiga. Pero después de largos días de parsimonia, todo parecía indicar que ningún ataque iba a producirse por el río. Al existir esa barrera natural, el ejército imperial habría decidido centrarse en otros frentes, por lo que aquella zona era tranquila y fuera de riesgos. Muchos centinelas se mostraban relajados dentro de su aburrida rutina diaria de constante vigilancia. El comandante Darm había insistido mucho a los oficiales de todas las unidades de no mantener ociosos a los soldados y que éstos estuvieran siempre ocupados, y que los guardias y centinelas abrieran bien los ojos y no se despistaran, pero después de semanas de inactividad, muchos soldados hacían caso omiso. El frente de batalla estaba demasiado lejos para preocuparse.

Esa noche nadie enturbiaba la aparente calma que se respiraba en el río: la corriente seguía su curso y los grillos se mantenían ociosos y no atormentaban tanto a los cansados centinelas como hacían la mayoría de las noches.

Un soldado de Vanion caminaba solo por la orilla patrullando tranquilo como hacía siempre, más preocupado por el frío que por lo que pudiera suceder al otro lado. Su compañero de guardia se había alejado un momento a orinar.

De pronto se escuchó un silbido y el soldado cayó al agua con una flecha ensartada en el cuello. El zambullido del pesado cuerpo provocó un sonoro chapoteo, pero que aparentemente nadie había oído.

—Buen disparo —dijo en voz baja alguien en la oscuridad.

—Vamos, adelante —dijo otra voz—. El camino está despejado.

No obstante, el ruido había provocado la curiosidad del compañero del soldado abatido, que regresó en ese momento. Extrañado por el sonido miró hacia el río y lo que vio le dejó perplejo. Al menos un grupo de quince personas estaban cruzándolo a mitad de camino entre una orilla y la otra. El agua les cubría hasta el pecho y la oscuridad en parte los ocultaba, pero aun así pudo distinguirlos con claridad. Comprendió enseguida lo que lo que estaba pasando.

‹‹¡Nos atacan! —pensó, asustado.››

El soldado se alejó corriendo y se dirigió en silencio al puesto de guardia de su unidad, a pocos metros del río. El pequeño campamento fortificado que tenían junto a la orilla albergaba a veinticinco soldados, cinco de guardia en los tramos más cercanos y el resto descansando. Una vez dentro se dirigió a la tienda de su sargento, al que despertó de inmediato.

—¡Señor! ¡Despierte, señor! —decía mientras le sacudía el hombro levemente—. ¡Nos atacan! ¡El enemigo está cruzando el río!

El sargento se despertó maldiciendo al que le había despertado, pero los gritos de alarma del soldado le pusieron pronto en alerta.

—¡Despierta a todos, imbécil! —le ordenó, reaccionando enseguida.

—¡Arriba! ¡Todos arriba! ¡Nos atacan!

Los soldados, confusos y desorientados ante los gritos de alarma, fueron saliendo de sus tiendas esperando que aquello solo fuera un simulacro. Todos dormían con las cotas de malla, a pesar de lo incómodo que resultaba intentar conciliar el sueño en esas condiciones, pero, para poder reaccionar rápido ante cualquier eventualidad, tenían que estar listos para la batalla en todo momento. Pronto se dieron cuenta de que aquello iba en serio.

Sangre y Oscuridad II. La Venganza del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora