Una jugada arriesgada I

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Blangord, capital de Hanrod.

Lucan lo tenía todo preparado para llevar a cabo la operación que le habían encargado. Los Negros habían accedido a colaborar en la acción a cambio de una sustanciosa suma de dinero; no había sido barato el contrato, pero el gasto bien lo merecía. Si alguien podía lograr lo que tenía entre manos esos eran los Negros. Había reclutado a diez de ellos, todos buenos, rápidos y silenciosos, cada uno experto en una forma diferente de matar; era la gente que necesitaba para llevar a cabo con éxito la misión. Si la jugada salía bien, el Imperio le recompensaría con creces, e incluso, agradecidos por los años de leal y eficiente servicio, tal vez podrían permitir su retiro, que era lo que más anhelaba, y así dejaría de jugarse el pellejo sirviendo como espía imperial en aquellas tierras lejanas. Quería volver a su tierra natal, comprar sus antiguas posesiones y vivir una vida tranquila en la tierra de sus antepasados, pero para lograrlo antes tenía que tener éxito en la empresa que se le había encomendado, y ésta no iba a ser sencilla. Tenía que sacar al hermano del Emperador de su presidio y llevarlo a un lugar seguro antes de que los descubrieran, algo que se antojaba realmente complicado. Había recibido la certificación para iniciar la operación de forma inmediata en una carta; era el beneplácito del propio Emperador, por lo que ultimó los preparativos para llevar a cabo tan complicada misión. Mandó a alguien para que buscara a Gyle, el carcelero de la prisión de palacio, el hombre que les abriría la celda del hermano del Emperador. Su colaboración era esencial para acceder a la celda de Mencror Omercan.

Se encontraron en una pequeña y sucia taberna que había en el Barrio Viejo a una hora determinada. Una vez le habían confirmado que el hombre estaría a la hora convenida, Lucan se dirigió a la taberna escoltado por Teon, que estaba más nervioso que de costumbre.

—Tranquilízate —le dijo Lucan—. Si ahora estás así de nervioso cómo estarás cuando estés liberando al pariente.

Teon no había asimilado bien el hecho de tener que participar directamente en la operación de rescate, pero Lucan lo necesitaba para asegurarse de que los Negros cumplían con lo estipulado. Tenía que tener a alguien de confianza dentro y Teon siempre le había servido bien.

Una vez entraron en la taberna vieron que Gyle estaba sentado en una de las mesas del fondo. Estaba todavía más nervioso que Teon y le caían gigantescas gotas de sudor por su calva y sobre su rostro regordete.

—Quédate aquí —le dijo a Teon mientras se dirigía a la mesa donde estaba Gyle. La taberna estaba bastante vacía, pero todos los que se encontraban allí estaban absortos en sus asuntos.

Gyle miraba inquieto cómo se le acercaban. Lucan se situó a su lado y no esperó a que le invitara a sentarse.

—Esta noche tienes turno nocturno, ¿verdad? —preguntó Lucan, aunque ya sabía la respuesta.

El carcelero asintió dubitativamente.

—Bien, te diré lo que harás esta noche. Poco después de que se produzca el primer turno de guardia un grupo de hombres armados llegará a las celdas de la prisión. Cuando lo hagan tú tendrás la puerta abierta y los conducirás a la celda donde está recluido el hombre del que te hablé. ¿Me has entendido?

A Gyle se le cayó el alma al cielo. Aquello que le estaba pidiendo era mucho más peligroso de lo que había llegado a pensar; ni siquiera veía posible que lograran llegar a la prisión sin ser descubiertos. Era una locura.

—¿Y cómo van a llegar hasta allí esos hombres armados? Está la muralla que rodea el palacio y los guardias. Es imposible.

—Eso es cosa mía. Tú sólo encárgate de abrir las puertas, y yo me ocuparé del resto. Una vez terminemos el trabajo te pagaré con oro por tus servicios y podrás huir de la ciudad o hacer lo que te dé la gana, a mí me trae sin cuidado, pero como me traiciones te aseguro que tu vida y la de tus familiares acabará antes de que se ponga el nuevo sol, te lo prometo.

Sangre y Oscuridad II. La Venganza del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora