Una jornada decisiva IV

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El campamento estaba abarrotado. Cada metro estaba ocupado por los fardos, panoplias, pertrechos o por los propios soldados; algunos intentaban dormir, otros charlaban con sus compañeros o simplemente miraban taciturnos al cielo gris que les amenazaba con lluvia, esperando a que ocurriera algo que les entretuviera. La espera era aburrida. Todos se mostraban ansiosos por vérselas con los hombres que les habían robado su independencia años atrás. Ahora serían ellos los que les harían pagar caro los años de opresión.

La llegada de Turk no pasó inadvertida. El regreso de algún jinete siempre podía significar la llegada de noticias frescas, por eso muchos curiosos se acercaron a ver qué ocurría. Mientras se adentraba en el pasillo que se había formado a su alrededor, todos los curiosos le avasallaban a preguntas:

—¿Qué nuevas hay?

—¿Hay noticias del enemigo?

—¿Vamos a luchar ya?

—¿Son muchos?

Turk no se detuvo ante nada y siguió avanzando detrás de Umdor.

Ante el ruido y la expectación, Elmisai salió de su tienda para comprobar con satisfacción que todo aquello se debía a la llegada de Turk, y corrió a saludarle. Le acompañaban Elisei, Arnust, Dungor y algunos leales.

—¡Sabía que lo conseguirías! —dijo Elmisai, abrazándole orgulloso.

—No fue fácil —dijo Turk—, pero sí, creo que han mordido el anzuelo.

Entraron en la tienda donde podrían hablar con más tranquilidad.

—El gobernador imperial es confiado —siguió Turk—. No ha dudado ni por un momento que yo no era quien decía ser, y ha partido con todas sus fuerzas para apoyar al ejército que viene desde el sur. Siguen el camino hacia Nair Calas; seguramente estarán a un día o menos de nuestra posición.

—Entonces la batalla que decidirá nuestro futuro está a punto de librarse —dijo Elmisai—. Mañana aniquilaremos a ese ejército imperial y mandaremos un mensaje a todo Sharpast. Les daremos una lección que jamás olvidarán.

—¿A qué nos enfrentamos exactamente? —preguntó Dungor, que no quería confiarse.

—La mayor parte del ejército enemigo son vegtenos y van a pie, apenas tienen arqueros y tan sólo disponen de unos cien hombres a caballo —dijo Turk—. Sin embargo están bien equipados. No debemos subestimar su capacidad de resistencia. En campo abierto es un ejército temible y difícil de batir.

—Por eso todo debe salir perfecto —dijo Elmisai—. Debemos acabar con todos ellos sin sufrir demasiadas pérdidas o no podremos enfrentarnos a la hechicera cuando llegue a nosotros. —Elmisai pudo comprobar con satisfacción que todos asentían confiados y continuó—: Dungor ha ideado un plan de ataque para masacrar al ejército enemigo.

A continuación, Elmisai dio la palabra a Dungor, que se adelantó al resto de los presentes. En medio de la tienda había un gran mapa del terreno dibujado a mano en donde iban a organizar la emboscada. Con un bastón de mando, Dungor empezó a exponer el plan táctico que había ideado y expuesto ante Elmisai con anterioridad:

—Como todos sabéis, para que esto salga bien debemos atraer al ejército enemigo al pasillo que hay entre este bosquecillo y la colina. Yo me encargaré personalmente de ello con la caballería. —Dungor hizo una breve pausa para comprobar que todos le seguían y continuó exponiendo el plan—: Nuestro ejército se dividirá en tres fuerzas: la mitad de la infantería esperará oculta tras la colina y la mitad restante en el bosquecillo. El tercer grupo, más reducido, se encargará de cerrar el paso en este cuello de botella que hay entre la colina y el bosquecillo.

Sangre y Oscuridad II. La Venganza del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora