Sangre y Oscuridad II. La Venganza del Emperador

La oscuridad se inició con sangre I

Mediados de enero. Costa oriental de Lindium.

Arnust y Halon llegaron sin contratiempos a las costas de Hanrod, donde desembarcaron. Como el mar estaba en calma y la tripulación no deseaba recalar en puerto, bajaron en una playa cerca de Niglurst, a menos de un día a caballo de Oncrust. Al fin estaban en casa.

Nada más bajar del barco, Arnust se arrodilló sobre la arena mojada de la playa y la besó agradecido de poder volver a pisar aquella tierra. Halon le contempló mientras ayudaba a la tripulación a bajar sus caballos por una pasarela. Después de largos y tediosos meses en Veranion, al fin habían vuelto a Lindium.

—Parece como si llevaras una eternidad lejos del hogar —dijo Halon, sonriente.

—Para mí lo ha sido —dijo Arnust.

Una vez listos se despidieron de los marinos que habían arriesgado sus vidas por llevarlos hasta allí. Los dos magos continuaron su camino junto a sus inseparables monturas, con las que habían vivido innumerables peligros.

—Había llegado a pensar que nunca más vería esta hermosa tierra —dijo Arnust mientras oteaba el horizonte.

—La fortuna nos sonríe —dijo Halon—. Con todo lo que hemos pasado es un milagro que volvamos a casa.

—No creo que sea fruto del azar, sino del destino. Nuestra misión en este mundo no ha terminado, y no la veremos concluida hasta que Sharpast abandone esta tierra y libere Tancor. Ahora sigamos nuestro camino. En Oncrust hallaremos respuesta a muchas incógnitas.

Cabalgaron durante horas hasta que la noche se cernió sobre ellos. Hicieron una fogata y calentaron un poco de panceta, que acompañaron con un poco de pan y queso. Se calentaron al fuego y Arnust aprovechó para contarle a su aprendiz historias sobre los grandes magos del pasado. Por lo general, Halon era buen conocedor de la historia, incluido aquellos temas que mencionaban a los magos, pero aun así había muchos detalles que todavía desconocía. Arnust le habló de los tiempos en los que los magos convivían en paz y armonía, antes de la llegada de Sharpast a Veranion. Por entonces no había ninguna Orden de hechiceros, sino que todos los magos del mundo estaban hermanados y solo vivían para el conocimiento y el saber, y se dedicaban al bien común. Pero todo cambió con la llegada de los sharpatianos, que poco a poco fueron apropiándose de los territorios del sur de Veranion, provocando la reacción de los magos de Veranion, que decidieron unirse para enfrentarse a la nueva amenaza. Fueron las llamadas Guerras de los Dragones, en las que Sharpast derrotó a los magos con ayuda de aquellas criaturas. Fue entonces cuando los magos supervivientes se escindieron en dos órdenes contrapuestas, una leal a Sharpast: Zurst, y otra independiente: Oncrust. Desde entonces las dos órdenes lucharon por monopolizar el dominio de la magia, lo que había llevado a guerras entre magos, pero los conflictos no habían resuelto la rivalidad y todavía perduraban. Ahora volvían a disputarse la hegemonía de la magia, aunque de una forma indirecta, sin una lucha abierta. Por el momento.

—Esta es la oportunidad de Zurst de acabar con nosotros de una vez por todas —dijo Arnust—. Con el ejército imperial invadiendo Lindium tienen el pretexto y los medios para acceder a Oncrust. Nuestra sede ya no es segura.

—¿Crees que nos atacarán? —preguntó Halon.

—No sé qué es lo que pretenden hacer, pero temo por la supervivencia de la Orden. Somos muy pocos y carecemos de poder.

—Entonces hemos hecho bien en regresar. Nos necesitan.

—Debemos estar preparados para hacer frente a los nuevos desafíos.

No tardaron en irse a dormir. El frío les empujaba a arroparse bien bajo las mantas y a mantenerse cerca de la fogata. No hicieron turnos de guardia. Estaban demasiado cansados y se sentían lo suficientemente seguros como para tomar medidas de protección. Por lo que sabían por las informaciones que habían llegado a Tancor, la guerra no se había extendido todavía a Hanrod. Confiaban que estuvieran fuera de peligro.