Tiempos difíciles II

882 93 0
                                    


Finales de octubre. En algún lugar del Mar Occidental.

Los barcos de la armada de Sharpast se movían imparables hacia la costa de Lindium. Habían avanzado en todo momento sin oposición; ninguna flota de Lindium les había intentado interceptar durante la travesía. El único percance que habían tenido se había debido a las fuerzas de la naturaleza y los elementos. La primera parte del viaje se había desarrollado sin inconvenientes; los vientos habían sido favorables y el tiempo había sido relativamente bueno, sin embargo, cuando la flota circunnavegaba la isla de Milred, estalló una violenta tormenta. Los vientos casi huracanados rompieron varios mástiles y empujaron a media docena de naves hacia los arrecifes de la costa. Nada pudieron hacer para salvar a los que iban a bordo.

La expedición empezaba mal, o eso pensaban los más supersticiosos. Los dioses no bendecían la campaña e impedían la travesía con tormentas, lo que presagiaba el fracaso de la invasión; en cambio, para Mulkrod, la pérdida de esos barcos sólo era un pequeño contratiempo. Su flota de más de un millar de barcos se mantenía casi intacta y estaba muy cerca de su objetivo. Si de verdad los dioses no bendecían la travesía, ya estarían todos muertos bajo las aguas del enorme Mar Occidental, pero eso no había ocurrido. Mulkrod ya se había encargado de que los hechiceros y sacerdotes de la Orden de Zurst realizaran rituales y sacrificaran animales junto al mar, para que Serton bendijera su travesía y que las aguas y los vientos fueran favorables; aunque quizá el precio por atravesar el mar era insuficiente con el sacrificio de unos pocos animales, y los dioses reclamaban un pago en vidas humanas. Sea como fuere, después de largas semanas en mar abierto, habían logrado atravesar la gran franja de agua que separaba los dos continentes, soportando tormentas y temporales, adentrándose en una época del año en la que el mar era más peligroso, pero lo habían logrado. Si habían superado ese peligro podían sobreponerse sobre cualquier otro inconveniente por grande que éste fuera.

Los barcos más ligeros empezaban a llegar a la costa y a amarrar en la arena y, casi de inmediato, sin esperar una orden previa, la infantería que iba a bordo de los primeros barcos empezó a pisar la tierra húmeda de la playa. Para sorpresa de muchos, ninguna lluvia de proyectiles los recibió, ni encontraron ningún tipo de oposición. La playa estaba desierta de lado a lado. No había ningún atisbo de resistencia. Los barcos iban llegando poco a poco y cada vez había más hombres en tierra. Las primeras unidades se adentraron hacia el interior para buscar cualquier tipo de resistencia o algún indicio de que el enemigo estaba en las cercanías.

En pocas horas habían establecido ya una cabeza de puente. Más de cien barcos habían logrado amarrar en la arena cuando el buque insignia de la armada, la Ira de Drom, tocó tierra. Desde lo alto del barco, Mulkrod, satisfecho, observó cómo se desarrollaba todo en la gigantesca playa en la que desembarcaban, de punta a punta.

‹‹Vanion, pronto serás una provincia más de mi imperio —pensó Mulkrod, satisfecho al ver el enorme poderío de Sharpast en todo su esplendor—. El resto de Lindium le seguirá después.››

A no mucha distancia de la playa se estaba levantando un gigantesco campamento en donde pasarían las primeras noches en tierra enemiga; sus tropas se estaban encargando de ello. Si miraba hacia atrás veía un horizonte eterno de madera y velas; algo así no se veía todos los días. Ninguno de sus antepasados había realizado una hazaña similar. Jamás ninguna otra flota de Sharpast había intentado tomar la isla de Lindium por la fuerza. Nunca. Hasta ese día las únicas conquistas imperiales se habían producido en las tierras de Veranion, en el continente, pero ahora él concluiría la tarea iniciada quinientos años atrás por el primer emperador de la dinastía: la conquista de todo el mundo conocido. La guerra llegaba a las tierras de occidente.

Sangre y Oscuridad II. La Venganza del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora