Una noche en el Muro III

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La noche no era muy fría; soplaba una leve brisca pero no era muy molesta; lo que realmente le incomodaba a Hernim era el silencio. Toda la guarnición descansaba en el interior de la fortaleza y tan sólo permanecían despiertos y alerta el pequeño puñado de hombres de guardia a lo largo de la muralla. Hernim se hallaba en la torre derecha de la puerta principal, junto al vigía de la torre. Había estado recorriendo toda la muralla, intranquilo, comprobando que todo estuviera en orden. No se fiaba de los sharpatianos. La noche podía ser el mejor momento para un ataque sorpresa y eso era algo que le preocupaba. Tenían todo preparado para evitar cualquier intentona, pero aun así, desde que esa misma mañana viera los primeros estandartes de Sharpast oteando el horizonte, no estaba tranquilo. Tampoco estaba nervioso ni tenía miedo, era otra sensación, algo diferente. No le pasaba lo mismo en el campo abierto, ni siquiera en el preludio a una batalla; él mismo se había presentado voluntario más de una vez a misiones de gran peligro y no se había sentido de ese modo; tal vez fuera el hecho de estar encerrado en esa ratonera y tener que esperar al enemigo sin saber cuándo atacarían, o tal vez fuera que siempre había estado en esas situaciones junto a Dulbog, su amigo de siempre y compañero de armas, más que un amigo, un hermano; lo había perdido para siempre y ni siquiera había podido despedirse de él en condiciones. Intentó olvidar el pasado y centrarse en el presente; tenía delante una inmensa oscuridad. La noche les cubría y les absorbía, y tras ella sólo se veía un puñado de débiles luces en lo que debía de ser el campamento enemigo en la lejanía.

‹‹Estarán durmiendo, igual que los nuestros, pero yo no tengo sueño, no todavía.››

Miraba a la nada con preocupación. No sabía por qué.

—Dime, capitán —dijo el soldado de guardia que estaba a su lado—. ¿Cómo es que está aquí en vez de estar durmiendo como los demás?

—Uno no puede dormir teniendo al enemigo tan cerca —le contestó.

—El enemigo está tan cansado como nosotros, capitán; esta noche no atacarán.

—Un enemigo inteligente es el que ataca cuando menos te lo esperas. La cuestión es, ¿qué clase de enemigo es el que está ahí fuera?

—Lo sabremos cuando ataquen; seguramente mañana, cuando yo esté durmiendo lo que no he podido dormir esta noche, y entonces le darán por culo a ese desgraciado. Nadie ha conquistado nunca el Mu...

Hernim le interrumpió antes de que terminara la frase.

—Espera... no... ¿No oyes eso?

—¿Oír? ¿Oír el qué?

—Como un ruido de pisadas. Escucha.

Los dos permanecieron callados pero nada oyeron.

—Me había parecido... —dijo Hernim sin acabar la frase.

—Debe de ser la falta de sueño, capitán; deberías ir a descansar.

—No, no es eso. Voy a comprobarlo.

Hernim abrió la trampilla que daba a la escalera y bajó peldaño a peldaño lo más rápido que pudo. Abrió la puerta que daba al tramo de muralla que estaba más al sur y le dijo a uno de los guardias que paseaba por ese tramo que le alcanzara la antorcha que tenía al lado. Otra vez volvió a oír el ruido de pisadas y varios golpes, como si algo pesado chocara con la piedra.

‹‹Esta vez si que lo he oído, seguro que lo he oído.››

El guardia le entregó la antorcha y los dos se asomaron por las almenas para ver qué había al otro lado de la muralla. La luz le impedía ver con claridad, así que tiró la antorcha al otro lado del muro. Lo que vio cuando la antorcha cayó al suelo le sobrecogió. Vio a decenas y decenas de hombres bajo el muro, pero antes de que pudiera reaccionar sintió cómo algo muy rápido le rozaba la mejilla; tuvo el tiempo justo para darse cuenta de lo que ocurría y apartarse antes de que una segunda flecha lo alcanzara en la frente, al contrario que al guardia que lo acompañaba, que cayó muerto con una flecha en la cabeza. Hernim supo al instante lo que sucedía y no dudó ni un segundo.

Sangre y Oscuridad II. La Venganza del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora