Negociaciones, cartas y pistas III

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Sur de Landor.

Cruzaron el Río Aguas Turbias al atardecer del primer día de marcha, pasando por Bastión Harzo, en la orilla oeste del río, que era la principal fortificación de la región, construida en los tiempos de la Gran Escisión para proteger al reino de los posibles ataques de Vanion durante los primeros años tumultuosos desde la creación de los reinos de Lindium. Bastión Harzo era una imponente fortificación defensiva, pero estaba muy deteriorada por años de guerras, maltrato y por la dejadez de los señores del lugar. Sus torres estaban dañadas y algunas derruidas, sus muros, aunque altos y gruesos, mostraban brechas en algunos puntos y la puerta de madera estaba medio podrida. Nulmod había examinado las defensas del viejo bastión, llevándose una ingrata sorpresa al verlo vulnerable, y eso que era la mejor defensa del sur del reino; por ese motivo le exigió a Faleth que tomara medidas urgentes, y éste, consciente de la importancia de Bastión Harzo, mandó a sus propios albañiles a la fortificación, y en esos momentos trabajaban con esmero intentando reparar las brechas. Los avances se notaban pero aún quedaba mucho por hacer.

Pasaron la noche en las dependencias del viejo Jaonar, el veterano Señor de Bastión Harzo, que había participado en la guerra civil en las filas de los Ládamos, ayudando a la victoria final del rey Janos; por ello había sido recompensado nombrándole Señor de Bastión Harzo, que por entonces, tras los varios asedios que la fortaleza había sufrido durante la guerra, sólo era un montón de ruinas. Jaonar había hecho de Bastión Harzo un lugar habitable, pero no se había molestado en reparar las defensas. Ahora el viejo estaba aquejado de gota, y apenas podía moverse: de la cama a la mesa, de la mesa a las letrinas, y de allí otra vez a la cama, y muchas veces ayudado por sus sirvientes.

Esa noche habían cenado con Jaonar y su numerosa familia, incluyendo sus hijos bastardos, aunque éstos comieron en una mesa aparte. El viejo aprovechó la ocasión para abrir un barril de vino de Theiguel y sacrificó dos cochinillos y tres corderos. Jaonar estaba encantado de que Nulmod fuera a su humilde morada, y siempre que pasaba por allí sacaba su mejor vino para beber con su viejo compañero de fatigas, y aprovechaban para contarse batallitas: las viejas historias de sus años en el ejército de Landor, tanto en la Tercera Guerra de Sinarold, como en la guerra civil.

‹‹El muy bribón sólo saca sus mejores viandas cuando viene alguien importante, y más si soy yo quien va a verle —pensó Nulmod—. El viejo ha sido y sigue siendo un rácano, pero agradezco que sea tan hospitalario conmigo. De todos modos, me debe el título de Señor y gran parte de sus tierras.››

Jaonar, mientras cenaban, contaba historias de su pasado, sin apenas dejar hablar a sus huéspedes, tratando de eclipsarlos, a todos ellos y a sus parientes; unos le escuchaban fascinados, otros aburridos y otros se olvidaban de la conversación y se centraban en la comida, devorando la deliciosa y abundante carne que ese día iban a disfrutar.

—Aquellos sí que fueron buenos tiempos, maldita sea, claro que fueron buenos —dijo Jaonar—. Las pasamos canutas, no lo negaré. Tuvimos suerte de salir triunfantes de aquel caos. Todos los grandes señores del reino luchando entre sí para hacerse con el poder. Mis refinados hijos no saben a qué me refiero; no saben lo que es tener enemigos por todas partes, traiciones en tus filas, motines, asesinatos, batallas cruentas, asedios interminables, todo ello durante años; muchas veces sin comida, durmiendo al raso, soportando temporales. Menos mal que salimos triunfantes. Nuestra facción, a pesar de todo, era la más sólida, y contábamos con más apoyos.

‹‹Sigue siendo el mismo charlatán de siempre —pensó Nulmod—. Nunca calla.››

—Recuerdo cuando los leales a la vieja dinastía aislaron a Janos en Primer Cruce —siguió Jaonar—. Si los muy cabrones hubieran tomado la fortaleza la guerra hubiera tomado otro cariz y ahora no estaríamos aquí sentados charlando tranquilamente y saboreando un buen lechón. En aquella ocasión parecía que perderíamos la guerra. Si no fuera porque sorprendimos tú y yo a esos jodidos fanáticos habrían asaltado las murallas y tu hermano habría muerto.

Sangre y Oscuridad II. La Venganza del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora