El camino hacia la victoria o la derrota II

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El ejército de Vanion se fue agrupando en Nulasd para encaminarse a las ciudades occidentales del reino. Allí Nairmar esperó a que las restantes fuerzas del ejército en el río Aguas Blancas se les fueran uniendo. No obstante, tras apenas tres días desde que llegaron y acamparon en la región, cansado de esperar y sabiendo que no debían perder mucho tiempo, Nairmar ordenó que las tropas ya congregadas partieran. Antes de hacerlo había enviado mensajeros para informar a las ciudades del occidente del reino de la pronta llegada del rey legítimo de Vanion: Nairmar Alistei, con un ejército para defenderlos y, al mismo tiempo, convocaba a todos los señores y representantes de los consejos de las ciudades a reunirse en Carnair, la principal ciudad de la región.

Darm llegó el día anterior con algunos refuerzos a Nulasd sabiendo que él tendría el mando de las fuerzas que debían defender los ríos. Estaba satisfecho, pues había recibido un mando de gran importancia que demostraba que tenía la confianza del rey legítimo de Vanion y del general del ejército, pero también estaba preocupado; su responsabilidad era muy grande y no disponía de recursos suficientes para llevar a cabo con éxito su misión. Aun así se esmeraría al máximo para evitar que el enemigo consiguiera cruzar los ríos. En la sala de ceremonias del castillo interior de Nulasd se reunió con Malliourn y Nairmar, que le dieron instrucciones antes de partir.

—No podemos permitirnos perder esta región —le dijo Malliourn a su amigo—. Es vital que defiendas a toda costa los ríos. Mucho depende de ello.

—Esos bastardos no pondrán un pie en ninguna de las orillas —dijo Darm con seguridad—. Si intentan cruzar les estaremos esperando.

—Somos conscientes de las escasas fuerzas que tienes para defender los ríos —dijo Nairmar—, pero no podemos permitirnos prescindir de más hombres. Resiste todo lo que puedas y mantén a toda costa la posición. No obstante, si consiguieran hacerse fuertes en alguna de nuestras orillas e invadir la región, infórmanos de inmediato. Intentaremos acudir en tu ayuda de ser posible. Si consiguen cruzar reagrupa a todas las guarniciones que aún te queden en las fortalezas y ciudades del interior; allí podréis resistir largo tiempo.

—Así lo haremos.

—Podemos irnos tranquilos, Nairmar —dijo Malliourn—. Dejamos las defensas de los ríos en buenas manos. Darm es nuestro hombre.

—Malliourn confía mucho en ti —le dijo Nairmar a Darm—. Yo también lo haré. Buena suerte, amigo.

—Lo mismo os deseo, majestad —dijo Darm, inclinando la cabeza ligeramente.

Nairmar se marchó dejando a los dos amigos solos.

—Así que aquí se separan nuestros caminos —dijo Darm con una leve sonrisa.

—Esperemos que no por mucho tiempo —dijo Malliourn.

—No sé, después de tantos años luchando juntos tengo la sensación de que las cosas no van a acabar muy bien, y mira que hemos estado en situaciones difíciles.

—Si sobrevivimos al asedio de Sinarold podremos con esto.

—Esta vez no estaré detrás para salvarte el pellejo. ¿Ahora quién te sacará del atolladero cuando estés rodeado de enemigos? —preguntó Darm, divertido.

Malliourn rió, recordando cuando su amigo le salvó la vida en Vendram, cuando él se había quedado en retaguardia para cubrir el repliegue de sus hombres. Darm acudió en su ayuda desobedeciendo sus órdenes, pero llegando en el momento oportuno.

—No te preocupes por mí, puedo arreglármelas solo, y más con varios miles de hombres a mis espaldas. —Malliourn recordó con nostalgia algunos momentos pasados, cuando no eran más que unos soldados bisoños—. Ya no es lo mismo que cuando luchábamos solo por la soldada, arriesgando nuestras vidas por un poco de dinero. Accedimos a la oficialidad por méritos propios, pero nunca pensábamos que íbamos a llegar tan lejos.

Sangre y Oscuridad II. La Venganza del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora