La calma que precede a la tempestad II

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Principios de octubre.

Al otro lado del angosto océano, por extraño que pareciera, un barco de Lindium se dirigía al este. En él viajaban los miembros de una embajada con representantes de los Tres Reinos para negociar un posible tratado de paz con Sharpast. En representación del Reino de Vanion estaba Gwizor, que había convencido a Marnar para que le dejara formar parte de la embajada que debía intentar acabar con la guerra por medio de la diplomacia; con él viajaban los embajadores de Hanrod y Landor. Los dos formaban parte del consejo privado de sus reyes; eran hombres veteranos, de edad avanzada, y que junto a él debían llevar a cabo una misión de vital importancia. Gwizor era consciente de ello. Lo mejor, tanto para él como para su familia y el reino en general, era obtener la paz, puesto que, si el conflicto continuaba, muy posiblemente lo perderían, y con ello sus tierras y posesiones. No podía permitirlo. Había que acabar con la guerra.

Al acercarse a las costas de Tancor, varios barcos de la armada imperial les interceptaron y los abordaron. Al enterarse de que se trataba de una embajada que debía entrevistarse con Mulkrod, permitieron que siguieran su camino, pero esta vez escoltados por ellos hasta el puerto de Rwadon. Gwizor se quedó asombrado al ver los cientos de barcos que había atracados en el puerto. La flota de Sharpast parecía lista para una invasión.

‹‹Son solo una parte de la armada imperial, sin duda. Este puerto no puede albergar a toda su flota, pues tampoco pudo cobijar a la totalidad de la nuestra durante la campaña, y eso que teníamos muchos menos barcos.››

Una vez en el puerto, un destacamento militar les condujo al castillo de la ciudad, donde Mulkrod tenía establecido su cuartel general, el mismo lugar que ellos, hasta hacía unos meses, habían usado también como base de operaciones. Una vez allí les dijeron que el emperador estaba ocupado y que ese día no podría atenderles, así que condujeron a los embajadores a sus habitaciones para que descansaran tras su largo viaje.

A la mañana siguiente, después del desayuno, les comunicaron que el emperador estaba dispuesto a recibirlos ese día. Por la tarde fueron conducidos al salón principal, donde ya les esperaban. La sala estaba llena de oficiales, guardias y cortesanos. Mulkrod, al verlos llegar, se puso de pie y dio permiso a los embajadores para que se acercaran.

—Así que vuestros reyes quieren negociar conmigo —dijo Mulkrod, pavoneándose—. Esto va a ser muy interesante. Bien, os escucho.

El embajador de Hanrod dio un paso al frente con decisión. Como era el más veterano en esas lides, había sido elegido para liderar a la embajada. Desenrolló un pergamino y se puso a leerlo en voz alta:

—A su eminencia imperial, soberano de las tierras del este, Señor de Sharpast, rey de Tancor, de Farlindor y de Sinarold. Los reyes de Vanion, Hanrod y Landor os mandan saludos y desean que su imperial persona goce de salud y...

—Ve al grano —dijo Mulkrod, interrumpiéndole.

‹‹Sí que es directo —pensó Gwizor—. Se debe de creer muy importante para no dejar que un embajador extranjero le adule.››

El embajador se saltó buena parte del contenido del pergamino y prosiguió leyendo:

—Os transmitimos nuestras más sinceras intenciones de llegar a un acuerdo que ponga fin a esta guerra sin sentido, y que tantas vidas se está cobrando. Nuestras naciones han vivido durante muchos años en paz y así ha de seguir siendo. La guerra solo llevará a la muerte y destrucción de nuestros pueblos, y nosotros, como protectores de nuestros súbditos y garantes de la justicia, debemos actuar en su beneficio y no en su perjuicio. Por lo tanto, la paz es el único camino sensato a seguir. Deseamos enormemente una amistad con el emperador que dure largos años. Estamos dispuestos a aceptar vuestra soberanía sobre todos los territorios de Sinarold, liberaremos a los prisioneros capturados durante la última campaña militar, incluido al hermano del emperador, Mencror Omercan, y estamos dispuestos a pagar una pequeña indemnización de guerra por los daños causados.

Sangre y Oscuridad II. La Venganza del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora