Días funestos V

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Campamento principal del ejército de Vanion en el Río Aguas Blancas.

Malliourn se despertó irritado. Todavía estaba oscuro cuando sus ojos se abrieron y distinguieron, tras deslumbrarse con la luz de una antorcha que portaba el hombre que acababa de despertarle, a su amigo Darm, su segundo al mando en el ejército de maniobra de Vanion. No era usual que nadie le despertara cuando todavía era de noche. Debía de tratarse de algo importante.

‹‹Espero que el ejército imperial no haya intentado cruzar el río —pensó Malliourn.››

—Siento molestarte, general, pero se trata de algo urgente —dijo Darm.

—¿Nos han atacado? —le preguntó Malliourn.

—Ha venido un mensajero de Lasgord; trae malas nuevas.

—Hazlo pasar.

Darm salió de la tienda un momento y Malliourn se levantó de su cama, se arregló un poco el pelo despeinado y la barba, se plegó la ropa deprisa y corriendo y se ciñó el cinturón a la cintura. Al poco rato entró Darm con dos hombres: uno era uno de sus oficiales que vigilaban la orilla del Río Aguas Blancas, aunque no recordaba su nombre, y el otro un joven con barba de pocos días, de rostro cansado y ropas sucias y desaliñadas. No tardó en darse cuenta de quién se trataba.

‹‹¡Leinad... el hermano de la amante de Nairmar! ¿Qué hará aquí?››

—¿Y bien? ¿Qué sucede? —preguntó Malliourn con incertidumbre.

El oficial que acompañaba a Leinad fue el primero en hablar.

—Mi señor, hace unas horas encontramos a este joven cruzando el Río Aguas Blancas, dice...

—¡Deja que hable el muchacho! —le dijo Darm, interrumpiéndole.

El oficial se calló y bajó la cabeza. Leinad respiró hondo y empezó a hablar.

—General, ayer se inició un verdadero levantamiento en Lasgord. El rey ha sido asesinado y los rebeldes le han entregado la ciudad a los sharpatianos; Gwizor y los suyos encabezan el motín. He venido tan rápido como he podido para avisaros.

Malliourn se quedó desconcertado, sin palabras, tratando de asimilar las terribles e inesperadas noticias que acababa de recibir. Podía llegar a asumir que Lasgord hubiera caído tras una encarnizada batalla, pero que hubiera sido tomada mediante la traición era algo totalmente inesperado.

‹‹¡No... no puede ser, no puede ser verdad!››

Malliourn se había quedado paralizado durante varios segundos. Todavía no podía creer que lo que Leinad les había contado fuera algo real. Intentaba asumirlo, pero no podía. Miró de nuevo al joven. Le miraba con seriedad y auténtica preocupación; sus ojos tenían ojeras y parecía agotado. Lo que decía tenía que ser cierto.

—¡Gwizor, Gwizor...! —dijo al fin Malliourn, recompuesto pero furioso—. ¡Maldito bastardo traidor! ¿Cómo ha podido...?

—Se ha vendido a Sharpast y nos ha traicionado —dijo Leinad.

—¿Él le ha abierto las puertas de Lasgord al Emperador? —preguntó Malliourn todavía confuso.

—Sí, me temo —contestó Leinad—. Su mano también ha sido la que le ha arrebatado la vida al rey.

—¡Maldito sea! ¡Nunca debimos dejar que tuviera tanto poder! —se lamentó Malliourn—. ¿Y qué hay de la guarnición de la ciudad? ¿Qué ha sido de ellos?

—Se han unido a la rebelión en su mayoría. Hubo algo de resistencia, pero los pocos que se han resistido ahora están muertos o presos.

—¡Por los dioses del averno! ¡Es un desastre!

Sangre y Oscuridad II. La Venganza del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora