Capitulo Doce

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Entonces, oh, tus benditos ministros de arriba,

me dejan en el sufrimiento; y, a su debido tiempo,

descubren la maldad que hay aquí envuelta

en oposición.

SHAKESPEARE


Annette llegó casi sin aliento a la habitación de Emily por la mañana. —¡Oh, mademoiselle! —dijo, con frases entrecortadas—, ¡lo que tengo que contaros! He descubierto quién es el prisionero, pero no era un prisionero, no; el que os dije que estaba encerrado en la habitación. ¡El que creí que era un fantasma!

—¿Quién era el prisionero? —preguntó Emily, mientras sus pensamientos revivían las circunstancias de la noche anterior.

—Os equivocasteis, mademoiselle —dijo Annette—, no era un prisionero, pese a todo.

—Entonces, ¿quién es?

—¡Por todos los Santos! —prosiguió Annette—, ¡cómo me he sorprendido! Acabo de encontrármelo en la muralla, ahí. ¡Nunca me he sorprendido tanto en toda mi vida! ¡Ah! ¡Mademoiselle! ¡Qué lugar tan extraño es éste! No dejaré de asombrarme aunque viva aquí cien años. Pero, como os decía, acabo de encontrármelo en la muralla, y no iba pensando en nadie, y menos en él.

—Este juego es insoportable —dijo Emily—, por favor, Annette, no tortures más mi paciencia.

—No, mademoiselle, adivínelo, adivine quién era. Era alguien que conocéis muy bien.

—No puedo imaginármelo —dijo Emily impaciente.

—No, mademoiselle, os diré algo para que lo adivinéis. Un signor alto, de cara larga, que camina gravemente y que suele llevar una pluma muy larga en su sombrero; y que con frecuencia mira hacia el suelo, cuando la gente le habla; y que mira a la gente frunciendo el ceño. Le habéis visto muchas veces en Venecia. Además es amigo íntimo del signor. Y, ahora que pienso en ello, me asombra de qué puede tener miedo en este solitario castillo en el que se ha escondido. Pero ahora ya sale, puesto que me lo acabo de encontrar en la muralla. Temblé cuando le vi, porque siempre le he tenido miedo, pero decidí que no se diera cuenta de ello, así que pasé a su lado y me incliné cortésmente. «Seáis bienvenido al castillo, signor Orsino», le he dicho.

—¡Así que era el signor Orsino! —dijo Emily.

—Sí, mademoiselle, el mismísimo signor Orsino que causó la muerte de aquel caballero veneciano y que, según he oído, ha estado escondiéndose de una parte a otra.

—¡Dios mío! —exclamó Emily, recobrándose de la sorpresa—, y ha venido a Udolfo. Hace bien en esconderse.

—Sí, mademoiselle, pero si eso era todo, este lugar desolado habría servido para ocultarle, sin necesidad de encerrarse en una habitación. ¿Quién podría venir aquí para buscarle? Estoy segura que iría antes al otro mundo para buscar a alguien que aquí.

—Hay algo de cierto en lo que dices —dijo Emily, que creyó que la música que había oído la noche anterior tenía que proceder de Orsino, porque desconocía que carecía de gusto y de conocimientos en ese arte. Pero, aunque no estaba dispuesta a añadir una nueva a las numerosas sorpresas de Annette mencionando aquel tema, le preguntó si alguien del castillo sabía tocar algún instrumento musical.

—¡Oh, sí, mademoiselle! Venedetto toca el tambor perfectamente; y está además Launcelot el trompetero. Además, el mismo Ludovico toca la trompeta, pero ahora está enfermo. Recuerdo que una vez...

Emily la interrumpió:

—¿Has oído alguna otra música desde que llegaste al castillo... anoche?

Los Misterios de Udolfo - Ann RadcliffeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora