Capitulo Siete

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Deja que aquellos lamenten su condena,

cuya esperanza sigue arrastrándose en esta oscura morada,

pero las almas elevadas pueden mirar más allá de la tumba,

pueden sonreír al destino, y sorprenderse de cómo sentirlo.

¿No volverá más la Primavera a estas tristes escenas?

¿Está ahí agitándose el eterno lecho del sol?

¡Pronto el oriente relucirá con nuevo brillo,

y la Primavera derramará pronto su influencia vital,

de nuevo armonizando la enramada, de nuevo adornando la pradera!

BEATTIE


Emily, que fue despertada en una hora temprana como había solicitado, sólo se había recuperado un poco con el descanso, porque había tenido sueños inquietantes que no se lo habían permitido. Pero cuando abrió el ventanuco y miró al exterior, iluminado por el sol de la mañana, y respiró el aire puro, su ánimo se tranquilizó. Todo estaba lleno de la alegre frescura que parece tener el aliento de lo saludable y oyó únicamente los sonidos pictóricos, si es que se puede utilizar esta definición: la campana llamando a maitines del convento distante, el lejano sonar de las olas del mar, el canto de los pájaros, y el murmullo en el fondo del ganado, que vio acercarse lentamente entre los troncos de los árboles. Conmovida por las imágenes que la rodeaban, se dejó llevar por una tranquilidad pensativa, y, mientras apoyada en la ventana esperó a que bajara St. Aubert para desayunar, ordenó sus ideas en los versos siguientes:

LA PRIMERA HORA DE LA MAÑANA

¡Qué dulce recorrer la enmarañada sombra del bosque,

cuando la penumbra temprana, desde el este,

alborea el dormido paisaje en el cielo raso

y le hace aparecer al extender la mañana su luz rosada!

Cuando cada flor nueva, que lloró por la noche,

levanta su cabeza estremecida brillando suave con una lágrima,

extiende su tierno capullo hacia la luz,

y da su incienso al aire cordial.

¡Qué fresca la brisa que mece el rico perfume

y dilata la melancolía de los pájaros despiertos;

el zumbido de las abejas, bajo la verde tristeza,

y la canción del leñador, y el mugido del rebaño lejano!

Entonces, destellos dudosos de las cumbres blancas de las montañas,

se ven desde lejos a través de las frondas,

y, más allá aún, el brumoso lecho del océano,

con velas fugaces, que comparten algunos rayos del sol.

¡Pero, inútiles la sombra rústica —el aliento de mayo,

la voz de la música flotando en el viento,

y las formas, que brillan en el velo de rocío de la mañana,

si la salud ya no manda al corazón que sea alegre!

¡Oh, hora fragante!, ¡tú puedes darle la riqueza,

colorear sus mejillas, y ordenar que el padre viva!

Los Misterios de Udolfo - Ann RadcliffeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora