Capitulo Dos

166 21 0
                                    

descubre

lo que el mundo, o lo que vastas regiones, retienen

el espíritu inmortal, que se ha separado

de su mansión en este corpóreo rincón.

IL PENSEROSO


La mente de Emily se recuperó con el sueño. Al despertarse por la mañana, miró con sorpresa a Annette, que se había quedado dormida en una silla al lado de la cama y trató entonces de recordar lo sucedido; pero los acontecimientos de la noche anterior se habían borrado de su memoria, que parecía no retener nada de lo sucedido, y seguía mirando con sorpresa a Annette cuando ésta última despertó.

—¡Oh, querida mademoiselle! ¿Me conocéis? —exclamó.

—¡Conocerte! Naturalmente —replicó Emily—, eres Annette; pero, ¿por qué estás sentada a mi lado?

—¡Oh, habéis estado muy enferma, mademoiselle, verdaderamente enferma! Y estoy segura de que pensé...

—¡Esto es muy raro! —dijo Emily, que seguía tratando de recordar—. Pero creo que mi fantasía me ha hecho tener sueños terribles. ¡Dios mío —añadió, como despertando—. ¿Es verdad que no ha sido más que un sueño?

Fijó su mirada asustada en Annette, quien tratando de calmarla, dijo:

—Sí, mademoiselle, ha sido algo más que un sueño, pero ya ha pasado.

—¡Entonces, es que ha sido asesinada! —dijo Emily casi sin voz y envuelta en temblores. Annette dio un grito, porque, ignorante de los hechos a los que Emily aludía, atribuyó su reacción a un desorden mental; pero cuando explicó a lo que se refería. Emily, recordando que habían intentado llevársela, preguntó si habían descubierto al culpable. Annette replicó que no, aunque era fácil suponer de quién se trataba y entonces le dijo a Emily que podía dar gracias por haber sabido dominar la emoción que el recuerdo de su tía le había ocasionado. Escuchó con aparente calma a Annette, aunque, en realidad, casi no oyó una sola palabra de lo que dijo.

—Y por ello, mademoiselle —continuó esta última—, me decidí incluso a enfrentarme con Barnardine por negarse a decirme el secreto y a tratar de averiguarlo por mí misma. Os vigilé desde la terraza y tan pronto como él abrió la puerta que hay al final, salí del castillo para seguiros; «porque —me dije—, estoy segura de que nada bueno está planeando o ¿a qué viene todo este secreto?» Así que comprobé que no había echado los cerrojos tras él y, cuando abrí, vi la luz de la antorcha al otro extremo del pasadizo por el que íbais. Seguí la luz a cierta distancia hasta llegar a la bóveda de la capilla y allí tuve miedo, porque he oído extrañas historias sobre esos sótanos. Pero entonces, también tenía miedo de regresar a oscuras y sola, así que, cuando Bamardine arregló la luz, me decidí a seguiros y lo hice hasta que llegasteis hasta el gran patio. Tuve miedo de que me viera y me detuve de nuevo en la puerta, y cuando vi que subíais por las escaleras, corrí detrás. Allí, según estaba junto a la puerta, oí los cascos de caballos en el exterior y a varios hombres que hablaban, y en ese momento casi me pilla, porque volvió a bajar y tuve el tiempo justo para apartarme de su camino. Pero para entonces ya había oído bastante de su secreto y me decidí a enfrentarme con él y salvaros, mademoiselle, porque supuse que se trataba de una nueva hazaña del conde Morano, aunque se había ido. Corrí hacia el castillo, pero me costó mucho encontrar el camino por el pasadizo bajo la capilla y, lo que es muy raro, olvidé del todo buscar a los fantasmas de los que me han hablado, ¡aunque no volvería a pasar por allí por todo el oro del mundo! Por suerte, el signor y el signor Cavigni estaban levantados y no tardamos en vemos seguidos por los hombres suficientes para asustar a Bamardine y a todos sus secuaces.

Los Misterios de Udolfo - Ann RadcliffeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora