Cuarta Parte - Primer Capitulo

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Es todo el consejo que nosotros dos hemos compartido,

las horas que hemos pasado,

mientras ahuyentábamos el

para separarnos. —¡Oh! ¿Todo se ha olvidado?

Y ¿rasgarás en dos nuestro antiguo amor?

EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO


Por la tarde, cuando Emily fue informada por fin de que el conde De Villefort deseaba verla, supuso que Valancourt estaba abajo, y, tratando de asumir la compostura y dominar el ánimo, se levantó y salió de la habitación; pero, al llegar a la puerta de la biblioteca, donde se imaginaba que estaba, su emoción volvió con tal energía que regresó al vestíbulo, donde permaneció durante mucho tiempo, incapaz de dominar su agitación.

Cuando lo logró, encontró en la biblioteca a Valancourt, sentado con el conde, y ambos se pusieron en pie a su llegada; pero no se atrevió a mirar a Valancourt, y el conde, tras conducirla a una silla, se retiró de inmediato.

Emily permaneció con los ojos fijos en el suelo, con tal agitación en su corazón que no pudo hablar y respiraba con dificultad; Valancourt se sentó en una silla a su lado, y suspirando profundamente, continuó silencioso. Al levantar la mirada, pudo advertir las violentas emociones de que era presa. Por fin, con voz trémula, dijo:

—He solicitado verte para poder liberarme de la tortura de la inquietud que tu comportamiento me ha ocasionado, y que las indicaciones que acabo de recibir del conde explican en parte. Me doy cuenta de que tengo enemigos que envidian mi felicidad y que se han ocupado activamente en buscar la manera de destruirla. Me doy cuenta, también, de que el tiempo y la ausencia han debilitado el afecto que una vez sentiste por mí y que ahora puedes ser fácilmente conducida a olvidarme. —Sus últimas palabras fueron balbuceantes, y Emily, más incapaz de hablar que antes, continuó silenciosa—. ¡Oh, qué extraño encuentro! —exclamó Valancourt, levantándose y recorriendo la habitación con pasos presurosos—. ¡Qué encuentro después de tan larga separación! —Se sentó de nuevo, y tras un momento de duda añadió en torno firme pero desesperado—: Es demasiado, ¡no puedo soportarlo! Emily, ¿no piensas hablarme?

Se cubrió el rostro con la mano, como para ocultar la emoción, y cogió la de Emily, que ella no retiró. No pudo contener sus lágrimas y cuando Valancourt levantó la mirada y comprobó que estaba llorando, recobró toda la ternura y cruzó por su mente un rayo de esperanza, ya que exclamó:

—¡Oh! ¡Sientes compasión por mí! ¡Entonces, me amas! ¡Si sigues siendo mi Emily, deja que esas lágrimas me lo hagan creer, que es eso lo que me dicen!

Emily hizo entonces un esfuerzo para recobrar la firmeza y se las secó rápidamente.

—Sí—dijo—, te tengo lástima, y lloro por ti, pero, ¿lo hago con afecto? Debes recordar que ayer por la tarde te dije que aún tenía confianza en tu candor para creer que cuando te pidiera una explicación a tus palabras, me la darías. Esa explicación ya no es necesaria, las entiendo demasiado bien; pero pruébame, al menos, que tu inocencia se merece la confianza que puse en ella, cuando te pregunté si eras consciente de ser el mismo Valancourt digno de estima al que amé en otro tiempo.

—¡En otro tiempo! —gritó él—. ¡El mismo! —Se detuvo lleno de emoción y añadió después con voz solemne y preocupado—: ¡No, no soy el mismo! ¡Estoy perdido, ya no soy digno de ti!

Volvió a ocultar el rostro. Emily estaba demasiado afectada por su confesión. para poder replicar inmediatamente, y mientras luchaba por superar los ruegos de su propio corazón, y actuar con la firmeza decisiva que era necesaria para su paz futura, se dio cuenta del peligro de confiar en su decisión en presencia de Valancourt, y deseó concluir una entrevista que torturaba a ambos. Sin embargo, cuando consideró que probablemente se trataba de su último encuentro, su fortaleza desapareció de inmediato y experimentó únicamente las emociones de la ternura y la compasión.

Los Misterios de Udolfo - Ann RadcliffeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora