Pero en estos casos
seguimos teniendo aquí juicios; hemos dado
instrucciones sangrientas, que, una vez indicadas, regresan
para infestar al inventor; así incluso, la justicia administrada
recomienda los ingredientes de nuestro cáliz envenenado
a nuestros propios labios
MACBETH
Al gunas circunstancias de naturaleza extraordinaria apartaron a Emily de sus propios pesares, y excitaron emociones que participaban igualmente de la sorpresa y del horror.
Pocos días después de que muriera la signora Laurentini, fue abierto su testamento en el monasterio, en presencia de los superiores y de monsieur Bonnac, descubriéndose que un tercio de sus propiedades personales era legado al familiar superviviente más próximo de la fallecida marquesa De Villeroi y que Emily era esa persona.
La abadesa hacía tiempo que estaba al corriente del secreto de la familia de Emily, y debido a atender la más decidida petición de St. Aubert al fraile que le atendió en su lecho de muerte, su hija había permanecido ignorante de su relación con la marquesa. Pero algunas insinuaciones que se deducían de las palabras de la signora Laurentini durante su última entrevista con Emily, y una confesión de naturaleza extraordinaria dada por ella en sus últimas horas, habían hecho necesario que la abadesa considerara que debía hablar con su joven amiga sobre el tema que anteriormente no se había atrevido a tocar. Con este propósito había pedido verla a la mañana siguiente a su entrevista con la monja. La indisposición de Emily había impedido la proyectada conversación; pero ahora, tras haber sido examinado el testamento, recibió una llamada que obedeció de inmediato y fue informada de los acontecimientos que la afectaron tan poderosamente. Como la narración de la abadesa fue, sin embargo, deficiente en algunos detalles, de los que el lector puede desear ser informado, y la historia de la monja está materialmente conectada con el destino de la marquesa De Villeroi, omitiremos la conversación que tuvo lugar en el salón del convento y mezclaremos nuestro informe en una breve historia de
LAURENTINI DI UDOLFO
que era la única hija de sus padres y heredera de la antigua casa de Udolfo, en el territorio de Venecia. Ésa fue la primera desgracia de su vida, y la que la llevó a todas las sucesivas, y que sus amigos, que debieron haber contenido sus fuertes pasiones e instruirla suavemente en el arte de gobernarlas, las alimentaron con una temprana tolerancia. Pero cimentaban en ella sus propios fallos, ya que su conducta no era el resultado de un afecto natural, y, tanto cuando toleraban como cuando se oponían a las pasiones de su hija, satisfacían las propias. Así, la toleraban con debilidad y la reprendían con violencia; su ánimo se exasperaba por su vehemencia en vez de ser corregido por su sabiduría, y sus oposiciones se convirtieron en batallas para la victoria en las que la debida ternura de los padres y los deberes afectuosos de la hija eran igualmente olvidados. Como el orgullo desarmaba pronto el resentimiento de sus padres, Laurentini se convenció de que lo había conquistado y sus pasiones se hicieron más fuertes con cada esfuerzo de sus padres por dominarlas.
La muerte de sus padres el mismo año la dejó a su propia discreción, en las peligrosas circunstancias que rodean la juventud y la belleza. Le gustaba la compañía, disfrutaba con la admiración y deseaba la opinión del mundo, cuando ésta contradecía sus inclinaciones; tenía una vivacidad alegre y brillante y era señora de todas las artes de la fascinación. Su conducta era, como se podía esperar, consecuencia de la debilidad de sus principios y la fuerza de sus pasiones.
Entre sus numerosos admiradores estaba el fallecido marqués De Villeroi, quien, en una gira por Italia, vio a Laurentini en Venecia, donde residía habitualmente, y se convirtió en su adorador apasionado. Igualmente cautivada por la figura y por los méritos del marqués, que en aquel período era uno de los nobles más distinguidos de la corte francesa, supo tener el arte necesario para ocultarle los trazos peligrosos de su carácter y las culpas de su conducta, y él la pidió en matrimonio.
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Los Misterios de Udolfo - Ann Radcliffe
ClassicsItalia - 1584 Emily St. Aubert ha perdido a sus padres, no tiene más remedio que irse a vivir con su tía, Madame Montoni, junto con su tío político, un diabólico vandolero, al gran castillo de Udolfo, , una nueva vida para la joven, pero la calma in...