Capítulo 55

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Temprano por la mañana nos levantamos en pijama con el pelo revuelto y las lagañas incrustadas en los ojos para despedir a los británicos que se iban a la ciudad a coger el avión de vuelta a Inglaterra. Es una despedida rápida pero con cierto aire que deprime a cualquiera. Al fin y al cabo los ingleses con mis padres habían entablado una buena amistad veraniega en estas semanas, y ni hablar de los pequeños que no hicieron más que llorar e intercambiarse juguetes con Noel con la promesa de seguir siendo amigos.

Una vez se han marchado, entramos de vuelta en la cabaña y cada quién se va a su cama para seguir con el profundo sueño.

Por más que intento conciliar el sueño no lo logro. El colchón se siente duro, las mantas se sienten ásperas y sofocantes, y la luz que entra por la ventana no ayuda en lo absoluto. Después de darme más vueltas que la ruleta, me tiro cama abajo y empiezo con pereza la rutina de la mañana.

Me sentía cansada, aunque fuese la cosa más contradictoria tomando en cuánta que estoy en plenas vacaciones. Pero estar de vacaciones también agota, sobre todo cuando no estás en tu casa. Es cierto que últimamente ya no salíamos a recorrer porque lo habíamos hecho la primera semana, pero he estado yendo de arriba para abajo con Shawn, corriendo por la playa, jugando voleibol después de meses sin hacerlo, practicando deportes y actividades que nunca en mi vida había realizado. Así que, estar cansada era algo que encajaba con mis vacaciones a la perfección. Pero era un agotamiento bueno, satisfactorio.

Dejo caer el trasero en una silla reposera en la arena, justo debajo de la cabaña, y admiro el mar pacifico por un rato. No tenía nada que hacer más que curiosear y contabilizar cuantas personas van hacia la orilla y prueban el agua.

Poco a poco comienzo a acalorarme con el sol pegando fuerte sobre mi cabeza, por lo que me levanto de la silla y bajo a la planicie para caminar un poco en lo que mi familia decide estar lista para comer, o levantarse. Dos cosas que no estaban prontas a suceder aún.

El verano es una de mis estaciones favoritas, después del invierno. El sol acariciando mi rostro por las mañanas a través de las cortinas mal cerradas, la alegría y ligereza del ambiente, el descanso mental que la palabra verano significa para mí y para muchos estudiantes o trabajadores, las temperaturas elevadas que te hacen tener deseos de estar dentro de una piscina todo el día, y la gran variedad de frutas de esta época, en conjunto, lo hacen la época del año que más espero mes tras mes. Pero no es solamente eso, el hecho de que el verano traiga consigo las vacaciones es una razón más para amar esta estación. Vacaciones no sólo significa salir de paseo o no hacer nada, significa más tiempo en familia, más actividades recreativas al aire libre, más anécdotas que contar, más de todo.

Amaba el verano, no cabía duda.

Y definitivamente este verano era uno de los mejores. No estábamos en las paradisíacas playas de República Dominicana ni tampoco en Bora-Bora, no estábamos hospedándonos en un lujoso hotel cinco estrellas todo incluido, no estábamos en Las Vegas ni mucho menos en Disney. No. Estábamos en un tranquilo pueblo de Portugal, un lugar bastante insignificante pero con un gran potencial para convertirse en mi lugar favorito en todo el mundo. Y no era sólo el pueblo, era todo lo que estar allí implicaba. Las vacaciones estaban resultando increíbles gracias a mi familia y las personas qué había conocido aquí. Sí, estoy hablando de Shawn y los demás. Me asombra el hecho de que simples cosas como nuevas amistades puedan forjar la percepción hasta el punto de convertir cada pequeño detalle en algo grandioso.

Un golpe en la cabeza proveniente de una pelota que no es atrapada a tiempo me hacen dejar los pensamientos para otro momento. La realidad era que la torpeza y mala suerte no me abandonaba nunca, ni en los mejores momentos, pero incluso eso me parecía fabuloso. Por lo que, sin más remedio me giro con el ceño ligeramente fruncido en la dirección de dónde vino la pelota.

Y era de esperar que Shawn Mendes, alias el Canadiense, estuviese detrás de aquel golpe.

Observo cada uno de sus movimientos en lo que se dirige a mí. Balancea sus brazos de atrás hacia adelante manteniendo el equilibro, entierra los pies en la arena y sus mejillas sonrojadas parecen no poder estar más rojas. Se para frente a mí y cruza los brazos, inevitablemente imagino un hilo de baba corriendo por mi boca al apreciar aquellos tonificados brazos.

—No te vayas a quejar por ese pelotazo, fue tu culpa

—¿Mi culpa dices? Si has sido tú el que me ha golpeado

—Y tú te atravesaste por la mitad de la cancha

—¿Ah, sí? Porque yo no veo ninguna malla de vóley cerca

—Es una cancha de arena improvisada, por si no te has dado cuenta

—Bah, no soy adivina para saber que los cuatros chicos aquí presentes están jugando un muy importante partido de vóley playa

—Pasa porque eres despistada

—Puff, cómo crees

—Y torpe, como una rubia americana

Sin poder retener la carcajada por más tiempo en mi garganta la dejo salir, sintiendo el alivio de la risa brotar por mi boca. Shawn alarga un brazo sosteniendo el borde de mi camiseta y sin previo aviso me jala hacia él hasta tenerme a escasos centímetros. No lo piensa demasiado antes de posar sus rosados y suaves labios sobre los míos con delicadeza. Más entusiasmada de lo que debería estar, sigo el beso sosteniendo sus mejillas para tener su boca más cerca de lo que es humanamente posible.

—Vaya, creo que me interpondré en tu camino más seguido, canadiense—comento una vez nos separamos

—Si no lo hicieras buscaría la razón para besarte

—Aprovechador—golpeo su hombro en broma y vuelvo a ponerme a una distancia normal—Así qué ¿Juegan vóley?

—Sip ¿Te unes?

Medito la respuesta unos minutos, solo para hacerme la interesante que porque necesitara pensarlo. Jugar vóley me gustaba, ya había quedado claro antes, así que cualquier invitación a jugar era bienvenida.

Los otros cuatro; David, Jason y Joao, me integran al grupo con gusto y comenzamos a un juego relajado. La pelota va y viene de lado a lado con poca rapidez y dinámica, los tres portugueses me subestiman y en un principio apenas quieren golpear fuerte la pelota pero a medida que las respuestas de mi parte son más enérgicas ellos comienzan a tratarme como si fuera uno más de los chicos. 

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Estoy a una semana de salir por fin de vacaciones de verano y espero poder escribir mejores capítulos que este una vez libre de culpa JJAJAJA

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