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Kamukura observa de reojo como los ojos de su omega brillan con intensidad al contemplar el atardecer. Extiende la mano con lentitud rozando los pálidos dedos y el dueño de estos es quien toma la iniciativa para entrelazar ambas manos, una pequeña sonrisa se le forma al azabache y es imposible que el sentimiento de tristeza no se apodere de su interior. Aprieta los labios con fuerza y tiene la necesidad de decir algo, pero no sabe qué con exactitud, evita soltar un pesado suspiro, la expresión de serenidad del contrario hace que desee quedarse de esta forma para siempre.

Hizo lo que le pidió la noche anterior.

Remodeló y arregló una sala de cine, buscó alguna película entre los escombros, encontró una de fantasía, por más que el título no le convencía era la única; así que no tuvo más opción que ponerla. Ni bien se sentaron, Komaeda reposo la cabeza encima de su hombro izquierdo, debe admitir que durante las dos horas lo único que pensó era que si el mundo no se hubiera ido a la mierda por causa de Enoshima y suya, el albino y él hubieran podido tener más momentos como esos. Comenzó a imaginar un mundo ajeno a la desesperación, un mundo en el cual se hubieran conocido de otra forma y un sentimiento extraño se hizo presente en su pecho, el albino se dio cuenta de su cambio de humor; tal vez por la marca, le sonrió y besó con ternura como si le estuviera diciendo que todo estaría bien.

Ambos sabían que era una cruel mentira.

Nada iba a estar bien.

Mientras, estaban caminando por las calles, agarrados de la mano, el alfa tuvo el impulso de cargar a su pareja y llevárselo lejos, la idea de ya no ver aquellas sonrojadas mejillas hizo que tuviera un momento de vacilación; sin embargo, cuando Komaeda empezó a toser y escupir sangre regresó a la realidad.

Debía salvarlo.

Por más que eso implique dejarlo.

Sin sacrificio no hay victoria..

Era lo que se repetía con frustración.

Y tras un día callado en el cual solo se han comunicado mediante besos, miradas y sonrisas están en la azotea del edificio en dónde se conocieron. Le es imposible no recordar como Komaeda apareció diciendo que no quería que lo siga más, la forma en la que el vainilla lo atrapó continúa en sus pensamientos.

— ¿Sucede algo, Izuru?

Pregunta debido a que lo ha estado mirando fijamente.

— ¿Mhm? — Parpadea con lentitud—. No, no pasa nada —el albino alza una ceja—. Solo estaba recordando cuando nos conocimos.

Sonríe con las mejillas rojas, pestañea con ternura y se acerca para rozar ambas narices.

—También, yo —confiesa cerrando los ojos—. Gracias por no hacerme caso.

Enrolla las manos alrededor de la delgada cintura.

—Sabía que no querías que te deje de vigilar —el vainilla lo desorienta—. Admite que estabas feliz cuando te encontré con el tobillo fracturado.

Una pequeña risa sale de los pálidos labios.

—Creo que eras tú quien estaba feliz —aspira el café con tristeza—. Izuru...

Lo calla con un beso.

Es mejor si no hablan más.

Es mejor si tratan de ignorar el tiempo.

Es mejor si se siguen engañando.

—Nagito —murmura con el corazón acelerado—. Te amo. Te amo mucho, pequeño omega.

Traga un sollozo, abraza al alfa con fuerza, asiente sabiendo que si habla va a llorar y vuelve a besar aquellos labios, los cuales son su perdición. Se separa al sentir como el aire de la noche comienza a soplar, el cuerpo de su pareja tiembla por el frío y decide que es momento de regresar a aquella casa cuando escucha la tos.

Impredecible © (Kamukoma/Omegaverse) [Primera Temporada] |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora