Cap. 4

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Eran las dos de la madrugada y cierto azabache observaba el techo de su apartamento mientras estaba acostado en el piso. Nuevamente Ash había sido privado de su cómoda cama. Ya era la segunda noche en la que dormía en ese lugar la chica del cabello azul, chica que ni siquiera sabía aun su nombre. Había ido a comprar las sopas, cenaron un poco y luego ambos se durmieron.

Lo que más molestaba al azabache era ver a esa rata con su sonrisa que mostraba triunfo, mientras estaba en los brazos de la peliazul. Parecía como si fuese un muñeco de felpa. Ash se había sentado mientras observaba a aquella joven a la que había salvado de esos chicos. Se dio cuenta que ella había dejado un espacio en la cama, espacio en el cual él podía dormir tranquilamente.

Por un instante pensó en acostarse al lado de la de ojos azules y dormir como siempre lo había hecho antes de que ella o la rata llegaran.

— Pero si despierta y me encuentra a su lado, pensará mal —Ash tragó un poco de saliva al pensar en esa posibilidad, así que decidió que el piso era mucho más seguro e intentó dormir.

Ya eran las seis de la mañana y Ash había salido de uno de los baños del primer piso y se dirigía a su apartamento para alistar sus cosas y así emprender el viaje a la academia. Al abrir la puerta, notó que la joven ya estaba despierta y parecía que estaba haciendo un sencillo sándwich con las pocas cosas que él había comprado la noche anterior.

— Deberías irte a tu casa —Ash cerró la puerta para luego ir a buscar su maletín en el mueble cercano al televisor.

— Ya te dije que nadie se preocupara por mí —la peliazul había envuelto en una servilleta aquel emparedado para que luego se le acercara al de cabello alborotado y le entregara aquel aperitivo.

— ¿Y esto?

— Es tu desayuno. Ayer te levantaste muy temprano y no sé si te fuiste sin comer, así que hoy quise prepararte algo como agradecimiento por lo que has hecho por mí.

Ash sonrió mientras guardaba aquel aperitivo en su maletín.

— Antes que otra cosa pase, creo que ya va siendo hora de que me digas tu nombre.

Al fin hizo la pregunta que tanto lo estaba inquietando. La peliazul parpadeó dos veces para que luego pudiera responder.

— Mi nombre es Dawn, Dawn Berlitz. Perdóname que no me haya presentado como se debía, por un momento olvidé mis modales —el azabache se sorprendió al ver la forma tan educada en la que la chica se había presentado, jamás había visto a alguien actuar de esa manera.

— Bueno, ahora que ya sé tu nombre, tú me puedes llamar Ash. Pues bien, creo que ya es hora de irme, quiero llegar temprano aunque sea una vez.

El azabache se terminó de alistar mientras salía del apartamento a toda prisa.

Su compañera se quedó en la puerta mientras se despedía de él. Luego de cerrar, se preparaba para dormir un poco más (¿Qué esta chica no estudia?), pero se sorprendió al ver que la rata no estaba en la cama.

Ash sonreía con malicia mientras discretamente llevaba una bolsa negra en su mano derecha. Caminó como cinco cuadras hasta ver un bote de basura y tiró la bolsa ahí.

— Espero que con esto me deje tranquilo.

En el interior del bote, la bolsa parecía moverse, bueno, era de esperarse ya que cierta rata estaba intentado hacer una escapada digna de un mago.

Por fin, el azabache había llegado temprano a clases.

Ingresó al salón y tomó asiento mientras veía su maleta y recordaba el sándwich que la peliazul le había preparado.

VINCULOS IRREALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora