Cap. 67

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Está historia comenzó con un chico común y corriente. Un joven quien no sobresalía en sus estudios, pero tampoco tenía bajas calificaciones. Era simplemente alguien común y corriente quien nació en un mundo donde los vínculos con los Pokémon eran la base.

Los humanos habían dejado atrás el uso de aquel utensilio llamado: Poke-ball para darle paso a una marca que se les colocaba a todos los seres al momento de nacer. Aquella marca permitía conectar el corazón de una persona con el de un Pokémon para que este decidiera brindarle su amistad. Su principio se basaba al utensilio que usaban los Rangers hacía tanto tiempo atrás, pero otros consideraban que aquella marca era la combinación perfecta entre magia y tecnología, o posiblemente su tecnología era tan avanzada que era ya catalogada como magia. El defecto de la marca era que no permitía a un humano mostrarle sus sentimientos a una criatura legendaria, aquellas quienes habían decidido darle la espalda al mundo y desaparecer para convertirse en lo que eran: puras leyendas.

Aquel chico llamado Ash Ketchum había usado la marca de nacimiento para vincularse con un solo Pokémon, un Pikachu y todo para ayudar a una chica en peligro. Desde el momento en que se dio ese vinculo, la vida de aquel joven comenzó a cambiar. De un momento a otro se involucró en una situación extraña que estaba relacionada con seres que eran catalogados como ángeles, a la vez que terminó conociendo al primer y posiblemente único clon en todo el mundo y sin olvidar que por alguna razón pudo unir su corazón al de una criatura legendaria quien ahora lo llamaba esposo.

Había algo en Ash que atraía a todos a los que conocía, fuesen chicos o chicas (más que todo chicas). Ese extraño "algo" hacía que nadie quisiera dejarlo, querían estar lo más cerca posible de él y por eso mismo ahora vivía con seis chicas y dos Pokémon, aunque uno de ellos decía ser más su esposa que otra cosa.

Ash siempre estaba dispuesto a ayudar a sus amigos, los ayudaba de forma incondicional, luchaba con todo su ser cada vez que estaban en peligro, para aquel azabache darlo todo por proteger a alguien era lo que lo impulsaba a no dejarse vencer. Y esa virtud también era su más grande defecto. Anteponía el bienestar de los demás antes que el suyo, había decidido tomar el camino de un prospecto de héroe. No era un defensor de la justicia o quería convertirse en uno, no, él solo luchaba para proteger, para ayudar siguiendo sus propios conceptos de lo que fuese bueno o malo. Ese camino de "héroe" era el que lo estaba llevando directo a su tumba.

Leaf la que mejor lo conocía sabía perfectamente eso, había conocido a Ash desde el jardín de infantes y en palabras propias decía: él ya era alguien quien daba todo por sus amigos... pero ese ideal lo terminó de consumir cuando se dio ese "fatídico día".

Posiblemente Ash intentaba enmendar algún error del pasado o algo que le hacía creer que había cometido un grave error o una gran falta. Pero él jamás hablaba de su pasado, no era muy bueno manejando sus propias crisis existenciales y menos las de los demás, lo único que podía hacer era brindar su apoyo y su hombro para aquellos quienes necesitaban llorar. Pero ¿Quién le brindaba su hombro para que él llorara?

Gary, Leaf y Ash se conocieron en el mismo lugar y su relación jamás cambio, siguió siendo la misma hasta la fecha. Pero había una cuarta persona en ese grupo, alguien a quien de un momento a otro el tiempo alejó de ellos.

Pero ya basta de tanta introducción... llegó el momento de que se abra el telón final.

— ¿Qué haces tú aquí?

— Vine para que habláramos.

Frente a la puerta del pequeño apartamento 303 se encontraba un sujeto de mirada altanera, era alto, posiblemente media cerca del 1.85, sus ropas eran oscuras y por alguna razón llevaba puesta una capa.

VINCULOS IRREALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora