Una dolorosa libertad

248 33 0
                                    

Capítulo 25 una dolorosa libertad 

Mariko al leer el mensaje de Anna, las lágrimas fluyeron, que mal que no estaba Honey ese día, ella le podía haber aconsejado, aún tenía miedo de que Hans la localizara, pero Elsa, por Dios, gimió en voz baja estaba en problemas por ella y su padre era un demonio, pero si Anna ya era libre... le mandó un mensaje pidiéndole que se reunieran en Tokio.

De eso ya había pasado una semana más y estaba muy preocupada por Elsa. ¿Qué le estaría haciendo su padre? Pensó con tristeza, si algo malo le pasaba nunca se lo perdonaría, no pudo evitar reprocharse que si hubiera denunciado a Hans desde el principio muchas cosas no hubieran pasado, y más sin embargo ya habían pasado y algo había aprendido en esos 5 años y eso esa a asumir las consecuencias de sus acciones, aprender y evitar repetir los errores...

Ahora era asistente medica de la Dra. Honey, no pudo evitar sonreír a la vibrante Honey que siempre tenía algo amarillo en su vestuario ganándose el mote de Lemon, pues parecía un limón con su color amarillo favorito, y era irónico su nombre Honey Lemon, dulce y ácida, y la describía perfectamente cuando se enojaba era muy ácida, pero casi siempre era tan dulce como su nombre lo decía.

Después de ver el mensaje de Anna fue a ver a su madre Kokoa, la miraba de lejos, aún no tenía el valor de acercarse, cuando supo que necesitaba un trasplante de médula, hacía ya dos meses ella había ido de forma anónima para hacerse la prueba y no era compatible, nadie entendía por que se sentía tan inútil, no había podido ayudar a su madre, si ella hubiera sido compatible se hubiera presentado ante sus padres y le hubiera pedido disculpas por sus malas decisiones, pero podía darle algo bueno como es vida para su madre, pero por desgracia eso no era posible, por eso siguió escondida sumergida en la vergüenza de su pasado y la culpa que la carcomía. Hasta ese correo, tenía miedo, nunca lo pensó, pero Honey le ayudaba a tener más confianza en sí misma y había pensado en que, como era el médico tratante de su madre, quizá le ayudaría a enfrentarse a su padre y pedirle que dejara en libertad a su amiga. Sabía que cada día que ella estaba escondida, alargaba el sufrimiento de aquella, pero tenía miedo de que Hans la encontrará y ese miedo era demasiado fuerte para ella. Además, Honey regresaba ese día de su viaje de una semana que había hecho a San Fransokio.

Cuando oyó que la puerta se abría se dirigió al recibidor para darle la bienvenida a su protectora, llevándose la sorpresa de su vida

- ¡ANNA!

Su grito cayó en un silencio denso, pues la joven pelirroja que estaba muy delgada y grandes ojeras en sus ojos azul-lavanda que reflejaban la preocupación que no la dejaba desde que había escapado, miraba a la joven rubia de ojos verdes que la miraba, muy parecida a la otra que se había presentado en San Fransokio...

-Nanao- dijo Honey recuperándose de la sorpresa, rompiendo el silencio- ¿Acaso conoces a Anna?

- ¿Eres tú Mariko? - la voz de Anna se oía rota, como si la conmoción de todo lo vivido se concentrara en ese momento- por Dios casi no te reconozco, pero por favor dime Mariko, que no estoy soñando, que eres tú...

Los sollozos de Anna se mezclaron con los de Mariko, que intentaban darse consuelo mutuo, ante una Honey asombrada, como decirle a Yusuke que Mariko-Nanao estuvo siempre con ella desde hacía tres meses, ahora entendía la desolación de su joven asistente cuando no había sido compatible con Kokoa.

Pero ahora había esperanza, Yusuke era compatible y ella había usado sus influencias en el centro médico Gallahan y había colocado a su tía en el protocolo Baymax para adelantar el trasplante de médula en cuando llegará a Japón Yusuke con el padre de Mariko y la hermana de Anna, no le cabía duda de que la cosa se iba a poner muy fea, ¿Quién se hubiera imaginado que el empresario Hamate Kyofu, era en realidad Pitch Black, uno de los jefes Yakusa más despiadado? Por qué Pitch era más implacable que su antecesor el mismo que había mandado a matar a su padre, no pudo evitar pensar que la vida se complicaba de formas inimaginables.

Jack estaba horrorizado, no recordaba cómo había llegado a la habitación de Elsa, el moretón que indicaba el pinchazo que pensó que había parte de un sueño le indicaba que no era así, algo muy malo había pasado y él no podía recordar, mejor dicho, no quería recordar...

De solo pensar que la pudo haber lastimado, su corazón se estrujó de ira y dolor, ira contra Pitch porque no le cabía duda de que había sido él quien la había inyectado esa maldita droga afrodisiaca que usaban en clientes muy selectos, que los volvían unos animales lujuriosos, donde los principios eran olvidados, liberando la bestia que todos llevan dentro y dolor por que la única mujer que podía amar nunca podría amarlo, no después de todo lo que le había hecho...

Las lágrimas se acumulaban en sus ojos, la impotencia lo embargaba, respiro profundamente, tratando de aclarar su mente, con una mueca de dolor se puso de pie, su cadera le recordó que hacía menos de 24 horas le habían dado un mega pinchazo en una zona muy dolorosa, tenía miedo de acercarse, sentía asco de sí mismo, pero necesitaba ver como estaba, necesitaba cerciorarse que estaba viva, con paso inseguro se acercó a la joven que parecía más pequeña e indefensa, pudo ver sus movimientos respiratorios y decidió quitarle la camisa, ya no pensaba obedecer, ya no le importaba su misión, solo le importaba ella.

Con mucho cuidado le soltó los broches de seguridad, pudo ver las huellas de las lágrimas, no soporto mirarla un minuto más en esas condiciones y en un impulso la tomo en brazos, estaba decido a ponerla a salvo a cualquier precio. Aunque su cadera protestó, ignorando el dolor caminó decidido a la salida

Viendo que se removía inquieta le habló en noruego

-Elsa, no hagas ruido, te voy a sacar de aquí, duerme pequeña Chiai

Al parecer el estrés estaba pasándole la factura, pues solo lo miró largamente sin decir nada, como resignada a su suerte, la apretó un poco más, ya no era digno siquiera de tocarla, pero debía ponerla a salvo y la protegería, pasara lo que pasara, la protegería incluso de sí mismo

La suerte le sonrió pues no encontró a nadie en los pasillos, todos con efectos del jet long estaba dormidos, él entre la donación y la angustia de no recordar le quitaba el cansancio, adormecía el dolor de su cadera, lo único que sabía era que debía ponerla a salvo.

El coche tenía las llaves puestas, estaba exactamente igual a como lo dejo el día anterior cuando había regresado del hospital, ahora que ya había colocado a la joven en el asiento trasero, la cubrió con la manta que tenía en ese auto y la tapó.

Extendió su mano para tocarle el rostro, pero se detuvo a medio camino, ya no debía tocarla, ya le había hecho demasiado daño como para que lo perdonara, pensó con el corazón en un puño y enfiló hacia el distrito de Arakawa, bastante cerca de donde estaban, pero dudaba que supieran de ese ático que había adquirido hacía ya 10 años, cuando había viajado dispuesto a conocer la ciudad donde había crecido su madre y donde se había enamorado su padre. Esa casa estaba nombre de Aiko. Realmente ella era una bendición y ahora le pediría que también cuidara a su pequeña Chiai, aunque él siempre la protegería, aunque fuera a la distancia la cuidaría.

Elsa ya solo esperaba su final, pero el ver el sol después de quien sabe cuánto tiempo era doloroso para sus ojos ya acostumbrados a la penumbra que se había vuelto su vida, intento sentarse, sorprendiéndose al sentir sus brazos libres y más al ver el cómodo y limpio camisón que vestía, frunció el ceño, tratando de recordar cómo había llegado allí y el horror de la noche vivida acudió a su mente

Ella con la camisa de fuerza sin poderse defender del sujeto que había intentado violarla, las lágrimas rodaron al sentir de nuevo la impotencia de no poderse defender, la garganta le dolía de los gritos que emitió para ver si el sujeto volvía a ser el Jack del que se había enamorado, ella no podía enamorarse de un canalla, no podía haberla traicionado, no podía creerlo, pero ahí estaba manoseándola, lastimándola, hasta que en un momento de fuerza inesperada lo había pateado en la cadera de tal manera que la había soltado, mirándola con firmeza, para después gruñirle que se alejara de él y ella había visto la oportunidad de acurrucarse en ese rincón ya dispuesta a morir, ya no podía con su realidad, su hermana quizá muerta, ella atacada por el hombre del que se había enamorado en una situación extrema, el síndrome de Estocolmo lo describía los libros, pero...no podía quitarse de su cabeza que le estallaba de dolor, que quizá hubiera una muy buena explicación a los sucesos de la noche anterior.

Te protegeré  (Jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora