Estaba terminando mi entrenamiento de fútbol cuando recibí una llamada telefónica. Era un número desconocido, pues no lo tenía registrado en mis contactos. Sin embargo, reconocí la clave regional. Era de Oaxaca. De seguro era Temo llamándome desde otro celular, por lo que respondí enseguida.
—¿Bueno? —dije, al tiempo que activé el altavoz y comencé a guardar el uniforme en mi mochila.
—¿Diegonchas? —se escuchó desde el otro lado de la línea. En ese momento lo supe, no era mi mejor amigo quien llamaba, sino su papá— . Soy Pancho López, Diego, el papá del Temo —continuó, confirmando así mis sospechas.
—Hola, señor López —respondí emocionado por escuchar de nuevo la voz de Pancho. Sin embargo, enseguida me pasó por la mente que algo malo había sucedido con Temo — . ¿Cómo está? ¿Todo bien en Oaxaca?
—Sí, Diego, todo en orden. ¿Estás ocupado?
—No, señor López. Estoy recogiendo mis cosas porque acabo de terminar mi entrenamiento. Dígame, para qué soy bueno.
—Pues te hablo para preguntarte algo importantisísimo del Temo. Yo sé que ustedes son muy cercanos, como uña y mugre, y que se cuentan todo, así que me gustaría que me ayudaras con un asuntito.
—¿Qué le pasó a Temo? ¿Está todo bien con él? —quise saber, algo angustiado. Es verdad que Temo y yo somos muy cercanos, aunque desde que se mudó a Oaxaca hemos perdido un poco la comunicación. Ya no hablamos tanto como quisiera, pero aun así creo que sé lo necesario de Temo. Es lógico por qué Pancho recurra a mí para preguntarme algo sobre él.
—Mira, Diegonchas —oí que decía la voz del otro lado del teléfono—. Recientemente mi hijo ha estado muy raro, y pues eso me traía rete preocupado. En un principio pensé que era porque no tenía muchos amigos. Luego me dijo que estaba sufriendo mal de amores...
Diablos. No escuché bien lo que dijo a continuación, pero si Temo había hablado con su papá de su situación con Aristóteles, su vecino y de quien se había enamorado, eso significaba que Pancho ya sabía que su hijo es gay.
—¿Diego, sigues ahí? —escuché mientras regresaba de mi trance.
—Sí, don Pancho, perdón... ¿Qué me decía?
—Que si tú sabías de lo que te estoy diciendo, hijo.
—Perdón, señor López, pero no sé de qué me estaba hablando. Me perdí y ya escuché lo que me decía.
—Te estaba preguntando si tú sabías que el Temo es gay, Diego.
Efectivamente. Temo ya había hablado con su papá sobre su orientación y no me lo había contado. No sé cómo sentirme al respecto. Se supone que soy su mejor amigo. Incluso, yo mismo lo estuve invitando para que se animara a sincerarse con su papá. Lo mínimo que debería hacer Temo es decirme. ¿No se supone que soy la persona en que más confía?
—Claro, don Pancho. Ya lo sabía —dije en un tono más molesto del que esperaba contestar.
—¿Y desde cuando? —quiso saber.
Mierda. Supe lo de Temo desde que entramos a secundaria, hace poco más de años aproximadamente. Los López estaban pasando por una mala racha y Temo siempre estaba llorando en clases o por los pasillos. Según decía, sus papá y Rebeca, su madrastra, peleaban todo el tiempo. Además, sus hermanos mayores ya habían comenzado a irse de su casa y Temo se sentía muy solo.
Por eso no era raro que Temo me visitara varios días después de la escuela. Incluso, mínimo una vez a la semana se quedaba a dormir en mi casa. Eran noches muy divertidas, pues nos quedábamos hasta tarde jugando videojuegos o platicando de cosas de la escuela. Las noches de pijamada en mi casa eran los únicos momentos en los que no veía a Temo triste.
Pero una noche fue diferente. Temo estaba más deprimido de lo normal, y por más que intentaba hacerlo sonreír, no paraba de llorar. Era un llanto lento, pero continuo. En un principio pensé que hablando se sentiría mejor, pero habían pasado ya un par de horas y mi amigo no dejaba de sufrir. Entonces se me ocurrió lo impensable. Pensé que distrayéndolo lo suficiente Temo dejaría de gimotear.
Entonces lo besé.
Me acerqué lentamente a sus labios y le di un beso rápido. Al instante, Temo dejó de llorar y me miró con ojos de sorpresa. Pensé que iba a pegarme o echarse a correr, pero lo único que hizo fue recostarse de nuevo en la cama, dándome la espalda.
A la mañana siguiente, sábado por cierto, Temo no me dirigió la palabra. Pensé que nuestra amistad se había arruinado. Incluso en clases no me hablaba y cuando yo me acercaba, él se alejaba. Sin embargo, el próximo viernes Temo se acercó a mí y me preguntó si podía a quedarse a dormir nuevamente en mi casa. Yo le respondí que sí, alegre de que mi mejor amigo me hablara de nuevo.
Esa noche no fue distinta al resto. Nos quedamos despiertos hasta tarde jugando en mi nueva consola, mientras cenábamos pizza de peperoni que mi mamá había comprado para nosotros. Nos acostamos en la cama, dispuestos a dormir, pero antes de que lograra conciliar el sueño, escuché una voz minúscula que me preguntaba: <<¿Por qué me besaste, Diego?>>
—No lo sé —respondí. En un principio lo había hecho para tranquilizar a Temo, pero en el fondo sabía que lo había besado porque él me gustaba. Tenía doce años y me gustaba mi mejor amigo. Pero claro que no le iba a confesar aquello, así que solo repetí—: No lo sé.
—¿Puedes hacerlo otra vez? —preguntó nuevamente Temo, con la voz en un hilo.
—¿Qué dijiste? —pregunté confundido. Pero antes de que Temo respondiera vi cómo se acercaba lentamente hacia mí. Al instante cerré los ojos, nervioso de lo que viniera después. Enseguida sentí cómo sus labios se posaban sobre los míos. Unos labios suaves y ligeramente húmedos.
El beso duró apenas unos instantes. Pero eso me bastó para darme cuenta de que me gustaba lo que pasaba y que Temo sentía lo mismo que yo. Desde ese día, cada viernes en mi casa, después de jugar o charlar, Temo y yo nos besábamos. Eran besos inocentes, tiernos. Besos dignos de alguien que está descubriendo la atracción por primera vez.
—Desde que entramos a la secundaria, don Pancho —dije finamente al teléfono. Era cierto, lo sabía desde primero de secundaria, pero no estaba dispuesto a contarle toda la historia.
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COMENZAR DE NUEVO
FanfictionCuando Temo sufre por su amor no correspondido con Aristóteles, Diego se convierte en la única persona capaz de ayudarlo a salir de su depresión y sus crisis. Narrada desde la perspectiva de Diego, esta historia nos contará qué sucede cuando él ll...