Cuarenta y seis

783 56 9
                                    

Llego al departamento más feliz que nunca. Después de nuestro beso, vinieron muchos más igual de tiernos. A pesar que no somos novios oficialmente, creo que ambos ya aceptamos que nos gustamos de esa manera y que esperamos con ansias poderlo hacer en serio. Por eso no me parece raro, ni me siento incómodo, poder estar todo el tiempo hablando de cualquier cosa. Así son nuestras conversaciones: ahora estamos hablando de algo importante que nos afecta a los dos, pero a los dos segundos ya estamos hablando de nuestras caricaturas favoritas. 

A pesar de los intentos de sus padres para que me quedara a cenar, terminé declinando la oferta. Quería pasar el mayor tiempo con Temo también, sobre todo ahora que nos llevamos bien nuevamente. 

—¿Cómo está el más guapo de mis mejores amigos? —pregunto, dejando mis llaves sobre el escritorio, para después quitarme los zapatos y lanzarme sobre la cama. 

—Al parecer no tan bien como a ti —exclama—. ¿Qué significa esa sonrisa de menso que te cargas? 

—Pues que acabo de hablar con Javier y todo está en perfecto orden. Le dije que realmente estoy deseando ser su novio, pero que lo haré en el momento oportuno. Ya sabes, estos días he estado más enfocado en otras cosas y prefiero que, cuando suceda lo nuestro, tenga toda mi mente en donde tiene que estar. 

—Si estás esperando a que Aristóteles y yo seamos pareja... —murmura.

—Para nada... o sea, claro que me gustaría que ustedes dos lo fueran, pero eso no significa que de ello dependa mi relación con Javier. En fin, ¿ya cenaste? —pregunto, escuchando a mis instintos de supervivencia. 

—Ya... ¿tú no? —niego con la cabeza—. Perdón, pensé que cenarías con Javier...

—No te preocupes, iré a ver si quedó algo en la cocina. O si no, ya sabemos que el cereal con leche nunca falla.

—Te acompaño —dice Temo—, sirve que te cuento algo que acaba de pasar.

—¿Qué sucede? —pregunto mientras nos dirigimos a la cocina. 

—Pues llegó Papancho al departamento y me preguntó qué había sucedido con Aristóteles. Yo le pregunté que por qué, y él me respondió que lo vio llorando afuera, sentado en la banquita debajo del árbol de la banqueta.

—¿Ari estaba llorando? —exclamo sorprendido, a la vez que me llevo una cucharada de cereal a la boca. 

—También dijo que se acercó a preguntarle qué le pasaba, pero él no le dijo nada, solo que no tenía ganas de platicar del asunto. 

—Diablos —respondo con la boca llena—, deberías hablar con él, Temo.

—Pero ya le dije todo lo que tenía que decirle. No le diré que sí acepto ser su novio solo porque está llorando...

—No, pero sí podrías aceptar ser si novio porque realmente lo quieres y deseas que eso suceda.

—Cállate y como tu cereal, mejor —me reprende, y entiendo que es tiempo de cambiar de tema.


***


Han pasado algunas semanas y ya se acercan las vacaciones de Navidad, lo cual significa que regresaré a Toluca a pasar las fiestas con mi mamá y el resto de mi familia, como cada año. Solamente una vez pasé Navidad en casa de Temo, y fue el año en que mis papás se estaban divorciando y decidieron que no había nada para celebrar, así que se cancelaron las fiestas en mi casa y me mandaron con mi mejor amigo y su familia. 

COMENZAR DE NUEVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora