Diez

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De cualquier forma me tocó madrugar. Los López son una familia sumamente ruidosa, y por más que traté de concentrarme en seguir durmiendo, terminé por despertarme a las seis y media. Primero porque Temo hizo un escándalo bárbaro buscando su uniforme. También porque él, Julio y Lupita se pelearon por ver quién entraba primero a bañarse. 

En vista de mi deseo frustrado de dormir más tiempo, me resigné a levantarme de una vez por todas. 

Me quité la pijama y me puse mi nuevo uniforme. La verdad no es el más bonito del mundo. No soy muy fanático del color café, pero bueno. Al menos el pantalón es cómodo y el suéter no es tan caliente, por lo que puedo usarlo toda la mañana sin que me dé calor.

Antes de salir de mi habitación veo que tengo tres mensajes de texto de mi mamá. Ayer, con mi visita al centro de la ciudad y la tarde con Temo olvidé por completo ponerme en contacto con mi madre. Así que la llamé.

—¿Ya tan rápido se te olvidó que tienes madre? —escuché del otro lado de la línea, en tono burlón y sarcástico. 

—Si mamá, también me da gusto escucharte —dije, continuando con el chiste. 

—¿Cómo estás, mi amor? —me preguntó mi mamá. 

—De maravilla, ma. Ya extrañaba mucho a los López y ellos a mí también. Tuve un gran primer día en Oaxaca. Espero que hoy también sea un gran primer día de clases. 

—Ya verás que sí, hijo. Por cierto, dile a Pancho que, cuando pueda, se ponga en contacto conmigo.

Mientras mi mamá decía eso, vi cómo Temo entraba por la puerta de la habitación, con su cabello mojado y su pijama todavía puesta.

—Claro que sí, ma —yo le digo. Temo escuchó que estaba hablando con mi madre, así que me pidió que se la saludara—: Temo dice hola.

—Dile hola también de mi parte, Diego. Recuérdale que estoy muy agradecida con él y su familia. Y Diego, tu acuérdate de pasarle mi recado al señor Pancho. 

—Sí, mamá... —respondí, un poco agobiado por el recordatorio. Soy esa clase de personas que difícilmente olvidan algo.

—Bueno, hijo, te quiero. De vez en cuando llámame o avísame cómo estás. 

—Mamá, tú tranquila. Estoy bien. Y te dejo, que se me hace tarde para ir a la escuela. 

Mentira. Apenas pasan de las siete, ya estoy vestido y a punto de desayunar cuando apenas debería estar despertando. 

—Está bien, Diego. Pórtate bien. Y éxito en tu nuevo comienzo. 

—Adiós mamá —dije, colgando finalmente. 

Temo, quien había estado todo el tiempo sentado en su cama, secándose el cabello, me preguntó: <<¿Qué opina tu mamá sobre que te vinieras a vivir con nosotros?>>.

—Pues... en un principio no estaba segura de dejarme venir. De hecho, no estaba segura que la propuesta de tu papá fuera una buena idea. Pero creo que se convenció rápidamente cuando tu papá habló con ella. 

—Mi papá es capaz de convencer a cualquiera. 

—Lo sé. Me consta. Pero ya no importa, Temo. Ahora vístete y te veo en el comedor. No quiero llegar tarde a mi primer día de clases. 

Salí de la habitación  y lo primero que vi fue a los mellizos peleando en la mesa. Discutían sobre quién había de tomar el vaso con más jugo de manzana. Y, como buen nuevo hermano mayor, decidí terminar por la paz con la pelea: <<Me toca a mí>>. Acto seguido me senté a la mesa con el vaso de jugo en mis manos. 

COMENZAR DE NUEVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora