Después de quince minutos caminando por las calles del centro de la ciudad llegamos a la explanada del antiguo convento de Santo Domingo de Guzmán, un lugar maravilloso que no conocía y del que solo había visto algunas fotos por internet.
—Pocos saben que aquí trabajo durante las vacaciones —exclama Javier, mientras señala con sus manos la fachada del templo y de su convento anexo.
—¿Neta trabajas aquí? —pregunta Temo—, ¿y qué haces?
—Pues soy una especia de guía-de-turistas, podríamos decir —responde.
—Vaya... pues eso sí que me sorprende, Javi —agrego—. Quién te viera, responsable en un convento. Eso sí que es nuevo.
—Quería traerte... bueno, traerlos a esta hora, porque es cuando cierran. Pero, como a mí me conocen, de seguro me darán oportunidad de que tengamos un recorrido especial, sin más turistas que nos molesten.
—Wow, pues muchas gracias, Javier —suelta Temo, al tiempo que se voltea para mirarme, sorprendido por la propuesta de nuestro nuevo amigo.
—Eso estaría súper padre, Javi —agrego.
De esta manera, Javier nos guía a Temo y a mí por la entrada principal del convento, donde se lee un letrero que señala las 18:00 hrs. como horario de cierre. Sin embargo, un guardia de seguridad reconoce a nuestro acompañante y le autoriza la entrada, recordándole que debemos salir antes que oscurezca.
—¿Ven? Les dije que tenía influencias—dice, mientras suelta una risita.
—¿Y qué vamos a hacer? —pregunto.
—Lo que ustedes quieran, el espacio es nuestro por ahora. Los puedo llevar a que conozcan los principales lugares de aquí, como el interior del templo o las grandes galerías del convento. Nos podemos tomar fotos y, si nadie nos ve, podemos subir al campanario. Conozco la forma de llegar hasta allá arriba.
—¿Y no nos regañan? —interviene Temo, un tanto preocupado.
—Para nada... espero.
—Pues andando —digo.
Lo primero que visitamos son las exposiciones del Museo Regional de Oaxaca, donde se supone que era el convento. Se encuentra todo vacío, a excepción de algunos guardias o trabajadores del lugar que saludan a Javier a nuestro paso. Me maravillo con la cantidad de objetos mixtecos que se encuentran en las vitrinas. De vez en cuando me tomo selfies o algunas fotos con Temo. Al parecer, tampoco él conocía este lugar de la ciudad, y está igual de emocionado que yo.
Continuamos nuestro recorrido visitando los patios del ex convento, dejándome sorprender por la magnífica arquitectura barroca novo-hispánica (ese término lo aprendí gracias a Javier) y la tranquilidad del espacio. Después de unos minutos pasamos al templo, otra obra de arte en cuanto a construcción se refiere. Primero visitamos el interior del recinto, para apreciar los enormes murales y retablos de oro que adornan el altar del templo.
—Eso es fabuloso —exclamo, con la cabeza echada hacia atrás de modo que puedo apreciar los adornos y pinturas ubicadas en las cúpulas del lugar.
—Y vienen más cosas, todavía —agrega Javier, mientras me toma de la muñeca y me guía hacia una pequeña puerta ubicada a un costado del templo. Temo nos sigue de cerca.
Entramos por la puerta y nos topamos con una angosta escalera de caracol, de minúsculos peldaños y el techo demasiado bajo para nuestra altura. De modo que vamos caminando encorvados. El primero es Javier, quien nos va abriendo paso a Temo y a mí, que lo seguimos de cerca.
ESTÁS LEYENDO
COMENZAR DE NUEVO
FanfictionCuando Temo sufre por su amor no correspondido con Aristóteles, Diego se convierte en la única persona capaz de ayudarlo a salir de su depresión y sus crisis. Narrada desde la perspectiva de Diego, esta historia nos contará qué sucede cuando él ll...