Veintitrés

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Ignoro el mensaje vilmente a lo largo de todo el día. Eso ocasiona que mis clases parezcan eternas. No me atrevo ni a desbloquear mi celular con el miedo a haber dejado WhatsApp abierto y leer por error a Javier. Sin embargo, está a punto de dar inicio el entrenamiento, es imposible que no lo vea en este momento.

—¿Viste mi mensaje? —pregunta Javier, acercándose para saludarme con una sonrisa—. La neta qué padre que este año vayamos a tener un baile. Qué bueno que encontré a mi pareja justo a tiempo.

—Claro... —murmuro casi para mis adentros.

—Y bueno, ya hasta estuve pensando en cómo disfrazarnos para ganar el concurso.

No tengo corazón para desmentir a Javier y decirle que ya quedé de ir al baile con Temo, así que solo me dedico a responder con esquivas: <<Qué bueno>>.

—Mira, encontré esta foto en Tumblr —me dice mostrándome su celular, donde se ve la fotografía de dos amigos, vestidos como Charro Negro, pero con los trajes fusionados, mitad y mitad, de modo que ambos tienen las partes opuestas de los trajes originales. De sombrero, el clásico de mariachi. Y las manos, cara y cuello, pintados de blanco y negro.

—Está chido —respondo.

—¿Neta? Qué bueno que te gustan... porque qué crees...—volteo a verlo con algo de miedo—: ¡Ya los mandé comprar por internet!

Al parecer este sujeto es más intenso de lo que pensé. Y eso me hace dudad gravemente de a quién dejar plantando para ir al baile.

—Javier, Diego, dejen de platicar y pónganse a correr con el resto de sus compañeros —nos grita el entrenador.

Así me paso el resto del entrenamiento, corriendo alrededor de la cancha de fútbol para el sol abrasador de Oaxaca de Juárez.

—Javier... —me atrevo a hablar finalmente—, tengo qué preguntarte algo....

—¿Qué pasa?

—¿Por qué le mentiste a tu hermano hoy en la mañana?

—Pues... no tengo qué darle explicaciones de todo... es un fastidio... —me responde, cortando su frase constantemente por el esfuerzo generado al correr.

—Parece como si le tuvieras miedo... me dio la impresión...

—Escucha... —se detiene detrás de un árbol, un punto ciego para el entrenador, quien se encuentra del otro extremo de la cancha—. Mi hermano puede ser muy odioso. No quiero darle más motivos para que nos haga la vida imposible a ti o a mí. Así que mejor dejo las cosas como están.

—Ya, pero no creo que sea lo mejor tener que ocultar quién eres delante de tu hermano.

—No lo oculto, él ya sabe quién soy. Y no me vengas con el cuento de asumir mi sexualidad en público, porque no digamos que eres el mejor ejemplo de ello —me reprende, pero acompañando su fingida molestia con un guiño.

—Supongo que tienes razón... —concluyo.

—Claro que tengo razón, además, si se entera que me gustas te hará la vida imposible y la farsa de su heterosexualidad se viene abajo.

—Cierto... entonces no se diga más —y hago la finta de echarme a correr nuevamente, pero Javier me detiene por un brazo.

—Espérate. Quiero hablar contigo.

—Pero ahora no —insisto—. Si el entrenador se da cuenta que estamos platicando nos mata.

—¿Entonces cuándo?

—Un día de estos podemos ir a algún lado —agrego, echándome nuevamente a correr.

—¿Estás invitándome a salir? —pregunta a mis espaldas.

COMENZAR DE NUEVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora