Cuatro

968 76 7
                                    

Pasó una semana desde la llamada de Pancho, tiempo suficiente para que me mi mamá se convenciera que la idea de irme a vivir a Oaxaca era una buena oportunidad para cambiar de aires y modificar algunas partes de mi vida. 

Al mismo tiempo, Pancho y yo hemos seguido en contacto. Al parecer, Temo no sabe de mi llegada, por lo que todo será sorpresa para él y sus hermanos. También acordamos que estudiaría en la misma escuela que los López, por lo que regresaré a ser compañero de clases de mi mejor amigo. Asimismo, acepté la hospitalidad de Pancho con la condición de que me dejara apoyar económicamente, al menos para mis gastos personales. En un principio, la idea no pareció agradarle del todo, pero después de negociar, hicimos un trato: yo le apoyaré los fines de semana con el negocio de las verduras y, entre semana, me sumaré a los aseos del departamento.

En fin. Mi camión rumbo a Oaxaca sale dentro de unas horas, a la media noche exactamente. El plan es que duerma en el camino y llegue a mi destino cerca de las 7 de la mañana. Don Pancho me recogerá antes de llevar a Temo y sus hermanos a la escuela, por lo que aprovecharé la hora del desayuno para hacer mi entrada triunfal al departamento de los López. 

La verdad estoy súper emocionado por el viaje. He de admitir que, en un principio, me costaba trabajo imaginar rehacer mi vida en un lugar como Oaxaca, lejos de mi mamá y en compañía de mi mejor amigo y primer amor de la vida. Sin embargo, ahora con mis maletas hechas y con los planes perfectamente organizados de don Pancho, me siento mucho más tranquilo y nervioso por la experiencia. 

No veo a Temo desde hace poco más de tres meses. Fue en septiembre cuando se fueron de Toluca. La familia entera estaba destrozada, principalmente Pancho y los mellizos. Temo ya estaba más tranquilo, pero eso no significa que no se pusiera triste por la situación. 

Salieron de su casa muy temprano, por la mañana. Ese día no fui a la escuela para poder despedirme de mi amigo. Poco antes de que se subieran a "La Burra", su camioneta, Temo y yo nos quedamos un rato en su habitación, despidiéndonos. 

—Temo —comencé a decir—, quiero que sepas que te voy a extrañar mucho.

—Yo igual, Diego. Eres mi único amigo y me da mucho miedo perderte y estar solo en Oaxaca. No me quiero mudar, sinceramente, pero creo que es lo mejor para toda la familia. 

—Yo sé, Temo, pero recuerda que siempre podrás contar conmigo para lo que necesites. Podemos mensajearnos y tener videollamadas. Quiero que te sientas acompañado aunque estemos lejos. 

Me acerqué despacio a su rostro, con la intención de darle un beso de despedida, pero Temo se retiró de inmediato. 

—Creo que será mejor que dejemos lo nuestro aquí, Diego —me respondió Temo apartando la mirada de mí. 

Honestamente me tomó por sorpresa su reacción, pero creo que tiene razón. Se mudan a Oaxaca con la intención de rehacer su vida y comenzar de nuevo, desde cero. Supongo que vivir en su nueva ciudad sabiendo que dejó a medias una relación conmigo no sería de mucha ayuda. 

—Muy bien, comprendo —dije, después un incómodo silencio—. Pero recuerda esto, Temo, tú siempre serás mi primer amor. Si lo nuestro no puede ser ahora no significa que no se pueda dar en un futuro, cuando seamos mayores.

Esperé a que me dijera algo, pero como permaneció en silencio continué hablando:

—Aun así, prométeme que vivirás en Oaxaca con plena libertad. No tengas miedo de ser quien eres y amar, aunque sea a alguien de tu mismo sexo.

—Claro que no, Diego, eso es...

—No, Temo, lo digo en serio —lo interrumpí—. Júrame que, si llegas a conocer a un chavo que te atrae, estarás dispuesto a vivir la experiencia.

Por primera vez, en todo el rato que llevábamos conversando, nos miramos a los ojos. 

—Pero asegúrate que no sea tan guapo y buena onda como yo —dije, con la intención de romper la tensión y hacer reír un poco a mi amigo.

—Está bien, Dieguito —me respondió Temo, con una bella sonrisa en su rostro—. Pero no creo que suceda, de todas formas. 

—Aun así, si llega a pasar, por favor dímelo. Nada me haría más feliz que pudieras comenzar de nuevo con una relación. 

—Ya te dije que sí, Diego, te lo prometo —exclamó, extendiendo su dedo meñique hacia el frente. Yo hice lo propio y lo crucé con el suyo, cerrando así nuestra promesa. 

Nos quedamos un rato así, con nuestros dedos entrelazados, hasta que don Pancho interrumpió en la habitación.

—¡Temo! ¿Qué esperas? —gritó al abrir la puerta—. Perdón, no quería interrumpir su conversación, pero ya nos tenemos que ir, Diegonchas. 

—Sí, no se apure Pancho —dije, poniéndome de pie y acercándome a la puerta—, nada más nos estábamos despidiendo.

Una lágrima corrió por mi mejilla y el señor López se percató de ello. 

—Mi Diego, no llores —trató de consolarme Pancho, agachando su rostro hacia mí y limpiándome la cara con su mano—. Puedes ir a visitarnos cuando gustes. Sabes que los López también somos tu familia. 

Asentí con la cabeza, sin hablar por miedo a que más lágrimas salieran de mis ojos. Y lo abracé. A los pocos segundos Temo se nos unió en el abrazo y, después de unos instantes, fui capaz de decir: <<Los quiero y los voy a extrañar>>.

Esa fue la última vez que vi a Temo y su familia, hace aproximadamente tres meses. Y me parece imposible creer que estoy a poco más de siete horas de volverlos a ver. 

Mi camión acaba de partir desde la central de Toluca, me esperan algunos cientos de kilómetros por delante. Y comienzo a conciliar el sueño con la imagen de Temo en mi mente. 

Oaxaca, allá voy.  

COMENZAR DE NUEVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora