Entro por una puerta amplia y blanca, bastante luminosa. El interior del lugar es igual de inmenso y recuerdo ya haber estado en ese lugar previamente. Avanzo lentamente, inseguro de estar haciendo lo correcto. Poco a poco el lugar se vuelve más opaco, lo que me permite ver todo con suficiente claridad. Es entonces que lo recuerdo, las mesas, los floreros, los cuadros en las paredes, hasta el color del suelo y la pintura en las paredes. Es la casa de los López en Toluca.
Sigo caminando, de forma automática. Al parecer, mis pies saben perfectamente a dónde me dirijo; subo por las anchas escaleras y recorro un largo pasillo. Al fondo hay una puerta entreabierta, sé que debería tocar, pero no lo hago. Por mi parte, entro como si se tratara de mi propia habitación. Reconozco la cama con sus sábanas en tonos de verde, los pósters en la pared y un balón de fútbol en el rincón. De pronto, la cama ya no está vacía, hay un montículo debajo de las sábanas. Se mueve despacio, como si fuera una masa viva. Es entonces que lo escucho, un ligero gimoteo que suena por lo bajo. Me molesta bastante y me pone muy triste.
De la nada comienzo a llorar y tapo mis orejas, pero el gimoteo se vuelve cada vez más poderoso e incontenible. Estoy desnudo, únicamente con mi ropa interior. Y lloro. Estoy hecho un auténtico mar de lágrimas. Y así, con los ojos hechos un río, me meto a la cama. Sé que voy a encontrarme con Temo, hecho un ovillo, gimiendo por alguna extraña razón. Lo palpo con mis dedos y ya no lloro. Ahora estoy feliz, con un extraño calor que me recorre por dentro.
Ambos estamos cubiertos por las sábanas verdes; ahora de rodillas; ahora acostados. Mis manos empiezan a palpar su húmedo rostro, sus ojos, su nariz, su boca. Pero ya no son mis dedos quienes lo hacen, sino mis labios. Estoy besando a Temo con la intensidad de mil soles. Poco a poco aumenta la pasión y el deseo para que este beso se convierta en algo más. Abro los ojos porque una luz muy blanca me encierra: ya no tenemos las sábanas sobre nosotros, iluminando toda la escena. Es entonces que caigo en cuenta que no besaba a mi amigo, sino a Aristóteles.
Giro mi cabeza, asustado y confundido. Miro en todos los carteles y fotografías pegadas en las paredes, el rostro de Temo. Me ve con ojos cargados de furia; algunos de ellos se mueven, otros gritan improperios, es entonces que vuelvo a sentir mojado mi rostro.
—Diego, despierta —escucho a mi vecino hablarme quedamente al oído, mientras que agita suavemente de un hombro.
Abro los ojos y descubro que estoy llorando.
—¿Todo en orden, vecino? —le oigo preguntarme—. Creo que tuviste un mal sueño, pero ya pasó.
—Perdón, Aris, no sé qué estaba soñando —miento. Siento como si no hubiera dormido adecuadamente, a pesar que llevo buen rato haciéndolo, porque hasta Aristóteles está bañado y vestido, con su uniforme de la escuela.
—Ya lo noté, ¿estás bien?
—Sí, sí... ¿qué horas son?
—Ya deberíamos estar en camino a clases —explica—. Pero no te preocupes, que de todas formas ahorita no puedes salir. Pero tengo un plan, saldré como siempre hacia la escuela, pero me quedaré escondido en las escaleras, solo para que mis papás piensen que ya no estoy. Entonces, ellos dos siempre van de visita con mi tía Blanca para desayunar; cuando eso pase, regreso por ti y te saco del departamento, ¿sale?
—Va... —respondo secamente. En mi mente siguen rondando las imágenes de mi sueño—. Y hablando de planes, yo también tengo uno.
—¿Ah, sí? ¿Sobre qué? —pregunta confundido.
—Ambos vamos a recuperar a Temo. Yo, como mi mejor amigo y tú... pues, ya veremos si se consigue algo más.
—¿Y cómo le vamos a hacer?
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COMENZAR DE NUEVO
FanfictionCuando Temo sufre por su amor no correspondido con Aristóteles, Diego se convierte en la única persona capaz de ayudarlo a salir de su depresión y sus crisis. Narrada desde la perspectiva de Diego, esta historia nos contará qué sucede cuando él ll...