Doce

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Por fin termina el entrenamiento. Nunca pensé que me llegaría a cansar tanto. Apenas había transcurrido media hora y ya no podía ni con mi alma. El calor y la humedad de Oaxaca no se compara con el clima fresco del Estado de México. Sin duda, me va a costar trabajo acoplarme a la temperatura durante los calentamientos y los juegos. 

—¿Cansado, niño nuevo? —me pregunta una voz a mis espaldas. Me doy vuelta y descubro que es Javier, el capitán del equipo.

—Me llamo Diego... —respondo con la voz entrecortada, por mi esfuerzo en retomar el ritmo normal de mi respiración—. Y sí... estoy muy cansado... aquí es más caliente que en Toluca...

—¿Quieres agua? —dice, ofreciéndome su botella de plástico. 

—No gracias... yo traje mi propia botella... —y abro mi mochila para buscar mi termo, pero no lo encuentro. Al parecer lo olvidé en casa o fui lo suficientemente descuidado para perderlo en el transcurso de la mañana—. ¡Me lleva...! No lo tengo...

—Por eso te estaba ofreciendo la mía, niño nuevo —y acto seguido se ríe, para corregir al instante—: Quise decir, Diego.

Acepto finalmente la botella con agua de Javier y le doy grandes tragos. Dios mío. Al parecer estaba más seco de lo que pensaba. Termino de beber y dejo menos de la mitad del líquido. <<Gracias>> agrego y me cuelgo la mochila al hombro, dispuesto a abandonar la cancha de fútbol. 

—Y dime, Diego —el tipo continúa hablándome al tiempo que camina detrás de mí—. ¿Por qué llegaste a Oaxaca? ¿Trabajo de tus papás, acaso? 

—De hecho, ni yo mismo estoy seguro de a qué vine a esta ciudad —me percato que Javier me está viendo raro, así que explico mis palabras—. O sea, en realidad es muy extraño. Vine porque el papá de mi mejor amigo me invitó a vivir con ellos una temporada.

—Pues deben ser muy cercanos tu amigo y tú para que te mudaras nada más por eso.

—En realidad accedí a venir aquí porque en Toluca últimamente no la estaba pasando del todo bien... —y estoy a punto de sincerarme con él y explicar las burlas que sufría por parte de mis compañeros gracias a mi orientación sexual, pero decido callarme al instante. Si voy a mantener esa parte de mí en secreto, lo mejor será que lo aplique siempre y con todos en esta ciudad—. Quiero decir, había problemas con mi familia, así que pensé que estar lejos de ellos me ayudaría a sentirme mejor. 

—Pues me da gusto que estés aquí. Es bueno tener gente nueva en el equipo de fut. Además, se ve que te va muy bien en los deportes. Al menos eso noté en el entrenamiento.

—Gracias —respondo tímidamente, en parte halagado por el comentario, pero con cierta sorpresa a la vez. 

Durante toda nuestra conversación logramos llegar al patio principal de la escuela, donde se encuentran las canastas de básquetbol, justo donde Temo está terminando de entrenar. 

—¿Qué onda, Diego? —me grita mi amigo—. Ahorita nos vamos, solo voy a ayudar al profe a guardar los balones en la bodega. 

—¿Entonces él es tu amigo? —pregunta Javier. Por un momento me había olvidado que seguía al lado mío. 

—Sí, ¿lo conoces? —respondo. 

—Claro, últimamente ha sido el centro de atención en la escuela. La noticia de que es gay impactó tanto que hasta nos llegó a nosotros los de prepa —agregó. 

—Ya veo... —fue lo único que atiné a decir. 

—Bueno, ¿me pasas tu número de celular? Es para agregarte al grupo de WhatsApp del equipo. 

COMENZAR DE NUEVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora