Over Again. // One Direction.

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4AM

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4AM. Mi cabeza va a explotar dentro de poco, porque sigo sin encontrar al indigente. Si digo la verdad, él es como mi almohada; sin él duermo incómoda. Y si soy sincera, me arrepiento un poco de ser cruel con él. Pero sólo un poco. 

Camino arrastrando mi cuerpo hacia la playa en la que suele pasar el rato, depositando mis últimas y débiles esperanzas en el hecho de que se encuentre allí. Si no, volveré a casa o me refugiaré en la de Kay, que seguramente se encuentra despierta abrazada a su novio Harry. Será incómodo, pero será mejor que escuchar a mi hermano James roncar como un psicópata. Sumida en mis pensamientos esquivo medio corriendo a un grupo de hombres ebrios, saliendo a la periferia del núcleo urbano y descalzándome al llegar a mi destino. Bajo con cuidado los escalones de piedra de la playa, encontrándome en el último de ellos un par de botas negras. Con un poco de suerte, las de Luke Hemmings.

Encojo mis dedos al notar los granos de blanca arena rozando mi piel, oyendo unos ladridos sonoros a lo lejos. Miro hacia la izquierda, encontrando a un Luke tumbado en el suelo, con los ojos cerrados y los rizos sobre su frente. Sonrío y voy con él, pasando de Molly. Me cuesta desde siempre pillarle cariño a los animales callejeros y esta no va a ser una excepción.

—Helena Hansen —Murmura, notando mi presencia. Me siento a su lado.

—La única e inigualable. 

—Mm... Nadie es único en realidad —Abre los ojos, acariciando su pelo para verme mejor y también para apartárselo de la cara.

—Somos únicos, Hemmings.

—En cierta manera, pero consistimos en ser almas que se encuentran bailando agarradas a la señora Muerte en el salón de baile llamado Vida. Somos malditas masas químicas de carbono y otros compuestos que se creen los reyes del universo, destruyendo todo a su paso. Quizás no aceptamos que nuestro legado es una maldita mota de polvo en comparación al gran firmamento, Helena, y por ende seguimos pensando que tenemos la razón absoluta y la puta autoridad de ser unos creadores de guerras e hipocresía armada.

Suspiro profundamente, pensando en el tema. Luke se ve serio y cansado, mirando a las estrellas visibles con los ojos perdidos, como si estuviese recordando algún momento de su vida. 

—Eh, Lukey. No seas así, no quiero venir a visitarte y encontrarte de esta forma. Alégrate.

Él bufa y se levanta, remangándose los pantalones hasta las rodillas. Sin pensarlo dos veces se adentra al agua que rompe con la orilla de la playa, suspirando por el frío que cala su piel y por la espuma que se arremolina serenamente entre sus piernas. En verdad la marea es casi imperceptible, así que no hay peligro alguno. Decido entrar también, soltando un pequeño grito.

—¿Por qué gritas, Helena? ¿Acaso se te ha roto una uña? —Suelta una pequeña carcajada.

—¡Idiota! Está congelada —Sin pensarlo mucho le tiro a la cara un poco de agua, sin darle tiempo a reaccionar. 

Indigente || LrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora