People Are Strange. // The Doors.

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Empiezo a toser de forma alocada debido al frío pasado la noche anterior

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Empiezo a toser de forma alocada debido al frío pasado la noche anterior. Mis pintas son indescriptibles en estos momentos, así que decido no especificarlas por conservar la poca dignidad que me queda.

La puerta se abre de forma muy brusca, como si quién me viniese a buscar tuviese demasiada prisa por comunicarme algo.

—¡Eh, tú! Son las cuatro, ya hemos comido hace tres horas y tú sigues aquí tirada —Suspira— La habitación huele a Humanidad, deberíamos ventilar un poco para que entre el aire limpio.

—Como se te ocurra encender la luz o abrir la ventana, juro arrancarte las piernas de cuajo —Murmuro, aferrándome más a la espalda de Luke.

Maldito James; no creo que sea tan difícil de comprender el hecho de que no tengo hambre. Si me levanto, quizás el vagabundo se despierte y se vea completamente solo, cosa que no quiero.

—Estás consiguiendo que traiga la cuchara de palo y la sartén —Amenaza con sus ruidos de orquesta matutina.

—¡Bajaré ahora, maleducado! —Grito en un susurro— ¿No ves que se está recuperando? Debería darte vergüenza...

Señalo a mi compañero de cama, mirando mal a mi hermano después. Odio que sólo sepa hablar a gritos. Él me mira burlón, autodibujando una sonrisa enorme en sus labios.

—Aw... Tienes sentimientos —Se apoya en el marco de la puerta— ¡Llevo dieciocho años esperando a que suceda este momento!

Ruedo los ojos, apretando los dientes.

—Eres un idiota.

—Un idiota que quiere respuestas —Hace una pausa— Eres tan buena mintiendo que el otro día creí que no conocías a Luke, pero ahora estoy bien seguro de que la realidad es muy distinta.

—Muy bien, James. Acabas de ganar el Oscar al mejor detective —Suelto irónica, obligándole a irse y a cerrar la puerta tras de sí.

Cierro los ojos y apoyo la mejilla sobre el cuerpo del rubio, suspirando cómoda. Puedo oír una pequeña risa luego de unos largos segundos.

—Niña, los Oscar son premios cinematográficos. Eres idiota —Suelta una risa más grande, susurrando cada palabra que sale de su boca.

—Buenos días a ti también, Hemmings.

Me giro para encender la pequeña lámpara que adorna la mesita de noche de mi lado de la cama. La luz es lo suficientemente intensa como para reconocer su silueta y facciones con claridad, aunque a su vez conserva latente la mayor parte de oscuridad alrededor de nuestros cuerpos.

Lo observo detenidamente, fijándome en las pequeñas pecas que porta de forma disimulada en su nuca. Sonrío ínfimamente y doy un golpecito en su hombro con mi dedo índice, pidiéndole indirectamente que se gire.

—No —Musita, escondiéndose más entre las mantas.

—¿No? ¿Entonces cómo haré para tomarte la fiebre? —Me excuso.

Indigente || LrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora