30. Va a ser una noche larga

264 29 0
                                    

— ¿Estás segura de que Ámbar estará bien con esto?

Simón preguntó por milésima vez desde que estaban en camino en el auto. Aurora le dio una mala mirada, un poco irritada. El mexicano insistió.

—Simón, relájate. ¿Bien? Eres mi invitado, no va a poder hacer nada.

—Pues es su casa...— él masculló. —Yo creo que no quiere hablarme. Me lo dejó muy en claro en el Open.

—Eso es porque eres un tonto, pero como buena amiga que soy de los dos, voy a ayudarlos...Porque sé que Ámbar suele ser complicada, te daré una ventaja a ti. Así que tengo un plan que te va a encantar.

Le guiñó el ojo.

Simón bajó la mirada hasta sus manos, sujetaba el bolso que llevaba con fuerza por alguna razón. Tenía la libreta de la rubia allí, debía admitir que no había revisado aún la supuesta letra de la canción que había escrito, pero seguía ojeando los pensamientos cortados de Ámbar, lo hacía porque pensaba que esa era su única forma de conseguir saber cómo era ella realmente.

Aurora se acomodó su falda cuando llegaron y dentro suyo, Simón se preguntaba el por qué ella lucía tan elegante mientras que él había decidido usar unos jeans claros con una camiseta gráfica que encontró en su habitación junto con sus converse. Claro que llevaba una chaqueta de jean puesta, pero se sentía muchísimo más informal que la castaña.

—Rori, buenas noches...

Amanda le sonrió en la entrada, una sonrisa que la chica correspondió y le hizo una señal al mexicano para que pasara. Se sentía extraño pasar por la entrada principal, estaba acostumbrado a tener que ir por la puerta de empleados siempre que visitaba a Luna.

— ¿Somos los últimos en llegar?

Ella decidió preguntar, amable.

—Pues, el joven Matteo llegó hace unos diez minutos. Están en el jardín...—Hizo una pausa—. La señora Benson no podrá comer con ustedes esta noche, se ha sentido mal.

— ¿Qué le pasa?

Simón juntó su ceño y antes de que Amanda respondiera, Aurora se inclinó hacia el chico, susurrando cerca de su oído: —Dolor de cabeza.

—Desde que llegó de su salida ha estado con dolor de cabeza, tengo que ir a llevarle un té, —Amanda ni se molestó en llevar a Aurora hacia el jardín, dado que conocía que la muchacha se sabía todos los lugares de la mansión. Aurora sujetó la muñeca de Simón mientras le arrastraba hacia el lugar de encuentro.

— ¿Qué hace Matteo aquí?

Se animó a preguntar. Aurora se encogió de hombros. — ¿Qué me ves cara? Acabo de llegar contigo, Simón. No soy bruja, ni idea de qué hace él aquí.

— ¿Lo invitó ella?

Fue claro para la castaña que intentó no sonar celoso, pero Simón era un asco ocultando sus verdaderos sentimientos. Ella le dio una sonrisa burlona, mordiendo su labio inferior ligeramente—. ¿Por qué la pregunta? ¿El niño Simón tiene miedo de que el rey de la pista se quede con la reina?

Simón bufó, encogiéndose de hombros— Nada que ver, a lo que me refiero es que, pensé que habías dicho que vendrían Delfi y Jazmín...

—Ah...Ya, ¿y es que te interesa que venga una de las dos?— elevó su ceja, causando que el mexicano la viera perplejo—. Pregunto, porque de lo que me acuerdo...A Pedrito le gusta mi amiga Delfi...Pero a Jazmín...Ella está solterita... ¿O es que acaso le estás tirando onda?

—Aurora, sabes que no es así...

Entrecerró su ceño—. ¿Ah, no? Pero si es que yo he pensado que sí, porque fíjate...Ayer estuviste con ella todo el día...

Simón asintió la cabeza— Sí, lo admito. Estuvimos juntos, como amigos, nada más. La estaba ayudando a practicar para el Open, ¿viste que canto muy bien? Y se le notaba muy emocionado al respecto, eso es bueno.

— ¿Y me estás diciendo que no quieres nada con ella?

Aurora se giró a verlo por encima de su hombro, sonriéndole burlón. Simón abrió su boca para responder lo obvio, no entendía el plan de Aurora. Estaba perplejo por todas las preguntas y afirmaciones incorrectas que estaba haciendo la menor de los Navarro, pero estaba un poco más sorprendida por la forma extrovertida con la que se estaba expresando.

Llegaron al jardín, y en efecto, lo primero que vieron fue una mesa bien adornada y solamente dos personas. La rubia ojos claros y Matteo. El italiano le sonrió cómplice a la castaña mientras que tanto Ámbar como Simón se notaban tensos.

—Buenas noches, chicos...Pero qué lindo detalle de esperarnos para cenar.

Aurora entrelazó su brazo con el de Simón, atrayéndole a su cuerpo. Ámbar entrecerró los ojos, apretando su mandíbula.

—Muy lindo de nosotros, ¿no?

Matteo se rió entre dientes cuando Ámbar habló y apretó sus labios juntos una vez que la chica le fulminó con la mirada.

—Pensé que traerías a tu novio...—la rubia recalcó el término. Aurora sonrió para sí misma. Mientras todo lo que pensaba Ámbar era en querer cavar un hoyo y tirarla. Y a Simón también. —Ya tenía preparada las palabras para tener que aguantar a ese inepto.

—Tranquila, Ámbar. Leonardo está bien en casa con los chicos. Esta vez decidí traer a Simón, así que él es mi cita esta noche... ¿no es así?

Simón pasó una mano por su cuello, pero asintió la cabeza. Apenas podía notar lo enojada que parecía estar Ámbar y cuando realmente lo notó, solo atinó a pensar a que era porque él estaba allí cuando ella ni siquiera le soportaba.

— ¿Empezamos a comer?

Se sentaron, Aurora frente a Matteo y Simón frente a Ámbar.

Simón suspiró. Si el plan de Aurora era hacer que Ámbar le odiara más, entonces lo estaba logrando. La rubia apretó con fuerza el palito de trigo en su mano, volviéndolo migajas pero su mejor amiga ni le hizo caso, se fundió en una conversación con el italiano. Y Simón no se podía quitar los ojos de Ámbar. Ella solo le veía, enojada y en silencio.

Lo que ninguno de los dos sabía, era que el plan de la castaña ni siquiera había comenzado. Esto solo era el calentamiento.

—Va a ser una noche larga...

BrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora