18. ¿Quién es el gerente?

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—Creo que nos hemos olvidado un poco sobre el Roller— Aurora escuchó a Simón, mientras la chica entraba en el apartamento seguida de su hermano y sus amigos. —Santi se fue y todo lo tenemos encima, algo se nos tiene que ocurrir para recuperar la pista.

—Pudiera conseguir un trabajo y ayudar con algo de dinero...—la castaña comentó, sentandose en el comedor. Los tres chicos soltarón una carcajada sin poder evitarlo, causando que la menor frunciera su ceño, desconcertada. —No he dicho nada gracioso.

—No te gusta trabajar, Rori.

—Pero necesitamos el dinero para restaurar la pista— ella le recordó. —Puedo intentar hacerlo, por un bien mayor. Podría pedir empleo en la cafetería cerca del Roller, ¿no? Creo que vi un anuncio de que solicitaban una camarera.

—Estaría genial si pudieras hacerlo— un poco más tarde, admitió Simón. Se detuvo unos momentos a pensar. Si el Roller cerraba, eso significaba que no tendría trabajo y sin trabajo no tendría dinero para mantenerse en Argentina. —Si no conseguimos hacer algo con la pista, y el Jam&Roller cierra...Tendré que regresarme a México.

Y eso tomó como un golpe bajo a Aurora. Forzó una sonrisa de pena y se sentió terrible. Sabía que una de las razones por la cual la pista se prendió fuego había sido culpa de Ámbar. Y ella pagaría los platos rotos por culpa de su mejor amiga. Estaba dispuesta a trabajar para no tener que delatar a Ámbar y que Simón no tuviera que irse.

Aunque eso fuera lo último que hiciera. 

El gerente de la cafetería pareció considerarla apta para el trabajo. Servir la comida y cuando lo necesitara, ser camarera. El uniforme era algo que nunca en su vida usaría. Pero se tomó un par de minutos para mentalizarse que esto era por una buena causa.

Se miró en el espejo del baño y bufó.

Ese uniforme era un terrible insulto a la moda. A cualquier tipo de moda. 

La rubia tomó asiento en la barra, observando a su mejor amiga con una sonrisa burlona. —Te sienta bien el rosa chillón.

—¿Vienes a pedir algo de comer o quieres que amablemente te diga que te vayas?

—No andas de humor— rodó los ojos. —Ahora ni una pequeña bromita te aguantas, ¿mal día?

Aurora bufó con enojo. —¡Pésimo! ¡Detesto este uniforme! ¡Detesto tener que servirle comida a la gente y que luego digan que pidieron otra cosa!

—Cariño, renuncia y listo.

Ámbar se encogió de hombros, relajada. Ajena al hecho del porqué ella estaba haciendo ese trabajo. Aurora suspiró finalmente, tranquilizandose y negó la cabeza. Forzó una sonrisa y atendió al cliente que se acercó para retirar su café y un pastelillo.

—Necesitamos recaudar dinero para recuperar la pista, Ámbar.

La rubia quedó en silencio. Sintiéndose un poco culpable. —Fue un insidente que presencie, y si no hago nada para ayudar...Entonces, la culpa será demasiada.

—Tú no hiciste nada.

—Y tú tampoco, ¿bien? Fue un accidente.

Hubo un silencio de parte de la rubia y entonces, largó un bufido. – ¿Quién es el gerente? Tengo que hablar con él. 

Aurora elevó una ceja con curiosidad. Si era lo que pensaba que iba a hacer Ámbar, entonces, sabía que la rubia había perdido la cabeza finalmente. 

Y quizás eso sea algo bueno. 

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