52.-Tu mentira, mi verdad.

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Algo que Aurora aprendió en silencio de su mejor amiga fue lo siguiente:

Fingir es muy lastimoso.

Solamente la vio colocarse la "máscara" feliz cada mañana y que estaba acompañada de personas para luego ir a su habitación y llorar. Uno de los días después del Roller fue hasta su casa y estuvo a segundos de abrir la puerta de la habitación, pero se detuvo al oírla sollozar. Su corazón se rompió. Su estómago se revolvió. ¿Qué era lo que tenía que hacer para hacer a su amiga feliz otra vez? O al menos...tan feliz como era antes.

Ámbar no es que estuviera rota en todo el sentido de la palabra.

Era la chica más fuerte que conocía en su vida. Y con una personalidad y carácter explosivo.

Pero las situaciones por las que había tenido que pasar fueron agrietando poco a poco su confianza en las personas y crearon segundo a segundo una fuerte carcaza que ahora estaba viniéndose abajo.

Y eso asustaba a Aurora.

Estuvo una hora completa en su habitación mirado entre el techo y el teléfono, debatiendo si llamarle a Ámbar ya mismo y contarle lo que había oído a Sharon y a Rey ese día en la mansión para que la rubia le confrontara. Pero luego pensó que si lo que había escuchado simplemente estaba fuera de contexto, entonces colocaría a Ámbar en una mala posición con su madrina. Otra vez.

Suspiró.

Cerró sus ojos y decidió.

Llamaría.

Pero no exactamente a Ámbar.

Espero a que la línea sonara un par de veces y seguía teniendo ese sentimiento en su estómago diciéndole que lo que había estado haciendo estaba mal. Que era una mala amiga. Que era una mentirosa. Y que en definitiva Ámbar no merecía que más personas traicionaran su confianza.

—¿Hola, bueno?

Escuchó la voz del chico y un escalofrío le recorrió el cuerpo.

—Hola, ¿interrumpo algo? ¿estás ocupado?— se sentó en su cama acomodando un poco su blusa—. Necesito hablar contigo.

Su voz ha salido tan seria que por el tono supo que se preocupó.

—Pues, bien. Voy saliendo de la universidad...¿dónde estás tú?

—En mi casa...—se puso de pie y tomó las llaves de su escritorio antes de salir de la habitación—. ¿Te parece si nos vemos en el café del otro día? ¿Estás cerca?

—Llegaría como en diez minutos.

—Bien, te espero.

Agarró un taxi hasta el café y pagó al señor para entrar al local. Murmuró un buenas tardes antes de buscarse una mesa cerca del final, casi pegada hacia la puerta que llevaba a la cocina. Esperó alrededor de cinco minutos, con sus manos entrelazadas debajo de su barbilla y con su teléfono en la mesa al frente de sus brazos.

Por un segundo estudió el lugar y notó a las pocas personas que estaba a pesar de que era un sábado.

Todas esas personas se veían felices y relajadas.

A Aurora le sudaba las palmas de las manos. Le sudaban los pies.

Podía mentirle a cualquier persona y no temblar ni un poco. Podía hablarle mal a cualquiera y ni siquiera tener algo de remordimiento. Pero... ¿mentirle a tu mejor amiga? Ese era otro nivel de estrés y ansiedad.

—Creo que tienes tu cabeza en el espacio.

El sonido de la voz masculina le hizo regresar a la realidad, su cuerpo se sobresaltó un poco al notar al chico en frente de ella. Él rió y tomó asiento, colocando su mochila en la mesa. Aurora le veía con los ojos abiertos de par en par todavía, lo que ocasionó que él suavizara su mirada y le diera una sonrisa fina.

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