53.-Somos los reyes de la pista, ¿lo recuerdas?

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Ese sábado mientras cerraban el Roller, Nico y Pedro estaban en el área de la pista, culminando de limpiarla para irse y Simón junto con Leonardo guardaba los platos y vasos en las gavetas.

El rubio sintió la mirada del mexicano y después de un tiempo, se sintió irritado.

— ¿Vas a seguir viéndome o te paso una foto?— preguntó.

—Escuché que te disculpaste con Ámbar— Simón dijo demasiado rápido. Casi vomitó las palabras.

Leonardo se dio vuelta y le miró encarnando una ceja.

—Sé que no debería meterme...pero...

—Pero Ámbar te gusta y te preocupas por ella— finalizó el rubio, cabeceando—. Mira, Simón. No te preocupes...sí me he disculpado con ella. Y antes de que me lo digas, no lo he hecho porque Aurora me lo pidió...lo hice, porque...quizás sí exageré esa vez en que se disculpó.

El muchacho castaño sonrió un poco. —No sabes qué bien me pone escuchar que hayan hecho las paces.

—Simón...no las hicimos del todo, dejamos esto por la paz. No más peleas entre nosotros.

Su amigo mordió su mejilla pero terminó por preguntar: — ¿Lo has hecho porque Aurora te pidió que lo hicieras?

—No.

Lo soltó muy rápido.

Tan rápido que Simón se dio cuenta de que era una mentira. Quiso decir en voz alta que había esperado que fuese que por su cuenta quisiera darle una segunda oportunidad a Ámbar para que notara que la rubia de ojos demasiado bonitos y capaces de dejarte sin aliento era alguien que se estaba esforzando por hacer las cosas bien desde hacía ya un tiempo y que se merecía esa segunda oportunidad por la que tanto había estado trabajando.

Pero también se sintió algo mal porque al chico todavía le gustaba la muchacha castaña.

—Sé que aún te gusta.

Él suspiró, encogiéndose de hombros. —No tiene caso en que lo niegue, es verdad. Aurora siempre me va a gustar, así haga la cosa más atroz del universo...pero lo nuestro tiene un punto y final. No puedo hacer nada.

—Hablar con ella y hacerle saber cómo te sientes puede ser una buena opción.

Le sugirió.

—No, aunque lo intente...las cosas entre nosotros no van a ser las mismas. No después de todo lo que ha pasado y lo que pasó con Ámbar...

Su voz fue apagándose poco a poco, llamando la atención de Simón. Sus ojos marrones le miraron con confusión. ¿Lo de Ámbar? ¿Qué ocurrió con Ámbar?

— ¿A qué te refieres con eso? ¿Qué pasó?

—No puedo decirle a nadie, Simón— se disculpó, mascullando—. Por más que quisiera, hice una promesa y no la puedo romper.

Juntó sus cejas. — ¿Ese es el motivo por el que no soportas a Ámbar?

Se encogió de hombros y dio un leve asentimiento antes de finalizar con lo que tenía que guardar. Tomó su teléfono y revisó las notificaciones recientes.

1 mensaje nuevo de número desconocido.


Lamento que las cosas ocurrieran de esa forma, Leonardo.

¿Podemos hablar?


Apagó la pantalla de su teléfono y cerró sus ojos.

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