Era sábado, serían pasada las doce de la noche cuando al fin pude darme una ducha, disfruté el agua cayendo por mi espalda, me relajaba. Si bien la semana había sido tranquila, dentro de lo que cabe, me había dejado agotado, así que una vez que salí del baño, ya con mi pijama puesto, me encaminé sin más a la cama, entré bajo las frías sábanas de seda bordó, para pasar a buscar la posición que me resultase más cómoda posible.
Debía descansar, desde que tenía mi puesto en el gobierno, el dormir se me dificultaba bastante, era molesto, por supuesto que sí.
Y si a eso le sumábamos que yo solía despertar muy temprano en la madrugada para ir a trabajar, y tendía a volver a casa muy tarde en la noche, no daba buenos resultados, sin dejar de lado el hecho de que era lógico que siguiera trabajando aun desde casa en muchas ocasiones, especialmente los fines de semana.
Me removía en la cama intentando conciliar el sueño, pero mi mente no dejaba de darle vuelta a algunos asuntos, lo cual era normal, muchas personas se estresaban por no poder dormir en la noche, ya que su mente parecía torturarlos, pero aquello tenía una explicación sencilla. En el día el cerebro se centraba en otros temas, era fácil distraerse con cualquier situación o conversación, en cambio a la noche, podía centrarse más fácilmente en diferentes asuntos que se almacenaban en el subconsciente, podía sacarlos y analizarlo de forma debida, y esto se debe a que nuestro cerebro no es una computadora, ni siquiera el mío lo era, aunque se acercaba bastante.
Así que no me quedaba de otra que ceder ante todas aquellas preocupaciones que había tomado mi mente a mitad de la noche.
Y uno de aquellos temas era mi querido hermano, él era algo que me aquejaba bastante, tenía mil problemas que él mismo se formaba y acumulaba, pero luego era yo quien debía solucionarlos, muchas veces sin que él se enterase.
A veces deseaba que se consiguiera un "amigo", alguien que lo ayudara y mantuviera a raya, pero eso era casi imposible.
Y con todo eso, mamá me había encargado hacer lo que pudiese con tal de que él asistiera a casa para al día de la madre, Dios, veía eso como algo muy lejano a suceder, pero debía intentar, más de ganarme una infantil humillación no sería.
•••
Un sonido proveniente de mi mesa de noche me despertó de golpe, apartándome de aquel extraño sueño, lo cual en parte agradecía.
Me removí sobre mi sitio tratando de sentarme, estando aun algo adormilado, tomé el móvil de sobre un libro que descansaba en mi mesa de noche, miré la hora, pasaban de las cuatro de la madrugada. Pero que alguien me llamara a las cuatro de la mañana no fue lo que me desconcertó, después de todo mi trabajo requería de las veinticuatro horas del día, y más de una vez había sido citado en mitad de la noche. Así que no, la llamada no era algo nuevo, pero sí que había algo extraño, ya que no era normal que un número desconocido llamase a mi número privado, eso sí que me dejó confundido.
Al contestar, oí una voz femenina bastante conocida hablando de manera alterada al otro lado de la línea.
—¡Mycroft, gracias al cielo contestaste, y me disculpo por llamarte a esta hora, de verdad que lo hago! —me dijo mi asistente apenas oyó sonido del otro lado de la línea—pero necesitamos tu ayuda urgente, por favor dime que estás ahí.
—Sí, sí, estoy aquí—contesté mientras pasaba mis dedos por mi cabello, llevando el mismo hacia atrás—¿Qué sucedió, ¿Qué necesitas?
—Es una larga historia que prometo te contaré cuando te vea, pero ahora por favor ven a buscarnos.
—¿Ir a buscarlas? —cuestioné bastante confundido al tiempo que me sentaba en la cama y ponía el celular en altavoz, ya que el sonido directo en mi oído comenzaba a molestarme.
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A Un Escritorio de Distancia
FanfictionMycroft Holmes, una persona a la que denominan: "el hombre de hielo", se ve obligado por su trabajo, a contratar un asistente personal, y es aquí cuando ella llegará a las oficinas, quedando a tan solo; un escritorio de distancia el uno del otro. C...