18. Una nueva sensación

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Meditaba en mi oficina, la gubernamental, y es que Alice continuaba dando alguna que otra vuelta a mi cabeza, y seguía sin comprender por qué. Bueno, sí, ella se comportaba de forma bastante amable conmigo, y no solo porque fuese mi asistente, ella iba un poco más allá, preguntándome si estaba bien, si había comido, o si estaba cansado, sin mencionar las caricias a mi cabello de la otra vez, era mucho, y no entendía por qué se comportaba así conmigo.

"Tiene novio, y aun así me trata de la forma más atenta posible, ¿por qué se preocupa tanto por mí?"

En eso que yo seguía pensando en el asunto, Anthea llamó a mi puerta, y al entrar, varias cajas esperaban tras de sí.

Aquello era casi interminable, por lo que, al entrar las cosas a mi oficina, me di cuenta que tendríamos para bastante tiempo allí. Y sí, "tendríamos", ambos, ya que aquello era algo que exigía la atención tanto de mí persona, como la de mi querida asistente, solo no iba a terminar jamás.

—Esto estará para largo—suspiró Anthea mientras colocaba la silla no muy lejos de la mía.

—Comparto el sentimiento—dije mientras abría el primer archivo para analizar—. ¿Tenías algún plan para esta noche?

—No, jamás entre semana, me aseguro de reservarme para el trabajo—respondió en tono de broma mientras se estiraba para tomar un expediente.

—¿Solo para el trabajo? —enseguida de preguntar eso me arrepentí, había sido un pensamiento en voz alta, jamás se me hubiese ocurrido decirle eso a ella, no solo porque no era adecuado, sino porque era una falta de respeto total hacia su persona.

—Quizás no solo para el trabajo—continuó con el mismo tono de broma, parecía que no se lo había tomado para mal, pero aun así mediría mejor mis palabras en un futuro.

Por otro lado, ¿Qué había sido esa respuesta? "quizás no solo para el trabajo", ¿se referiría a mí? No, eso sería absurdo, mejor me centraría más en lo que estaba haciendo, no quería cometer más errores.

• • •

Las horas fueron transcurriendo sin tregua, cuando nosotros habíamos comenzado eran las 16:50 hs. Bastante temprano comparado a otras veces, y para aquel momento, ya pasaban de las 23:30 hs. Y recién llevábamos poco más de la mitad analizados y catalogados, definitivamente tendríamos para varias horas más encerrados los dos en aquella oficina.

—¿Quieres un té? —preguntó ella mientras se levantaba y estiraba un poco su espalda y piernas.

—Si te ibas a hacer uno para ti, sí, no quiero ser molestia, ya mucho tenemos con todo esto—respondí arrojando el bolígrafo sobre el escritorio e inclinándome en mi silla, estaba bastante cansado.

—Mike, eres mi jefe, ser una molestia es parte de tu trabajo—se divirtió mientras me veía.

—Tienes razón, en ese caso sí, con limón, por favor.

Me regaló una sonrisa y se retiró cerrando la puerta tras de sí. Volvió unos minutos después con una taza para ella y una para mí, y debo admitir que sentir aquel aroma tan característico, el cual se mezclaba con la fuerte esencia al pequeño chorro de limón, de cierta forma me levantó un poco el ánimo, aunque si fuera por mí, ya hubiese regresado a casa.

—Muchas gracias—dije cortés mientras tomaba la taza y la dejaba en una parte vacía del escritorio, un borde para marcar exactitud.

—De nada, y primera vez que te veo con el chaleco desprendido, se siente extraño—observó Alice, y a mi chaqueta que descansaba detrás de mi silla.

A Un Escritorio de DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora