56. Conociéndose un poco más

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Era sábado, y para mi buena suerte, resultaba un fin de semana bastante tranquilo en casa, por lo que luego de estar un rato a solas en mi estudio, salí del mismo tan solo para llevar el vaso de whisky ya vacío hacia la cocina, y tal vez volver a llenar el mismo, aunque eso no estaba del todo claro, aún.

En eso que pasaba por el pasillo que daba a la habitación con el piano, oí cómo una voz femenina me regañaba, una voz bastante familiar, pero que no pertenecía a mi pareja.

—¿Hey ¿tú no piensas saludar? —reclamó Jamie mientras me veía con el ceño fruncido.

Giré sobre mi propio eje y me acerqué a ambas mujeres, con pasos algo lentos, tal y como lo haría un niño al que su madre acaba de regañar, y es que, en parte, me acercaba a ellas por mera cortesía más que por voluntad propia.

—Buenos días, Monroe, ¿Cómo se encuentra el día de hoy?

—Buenos días, Einstein, me encuentro muy bien, gracias por preguntar—devolvió con cierta arrogancia—. ¿Ves que no era tan difícil?

Iba a responderle, cuando el llanto de Hope se hizo presente en toda la habitación. Nunca me había gustado el llanto de los bebés, se podía decir que era uno de los ruidos más molestos, pero al menos valoraba que aquel pequeño ser humano que reclamaba atención, no era hijo mío, porque tener hijos era algo que para nada estaba en mi lista de deseos, prefería protegerme todas las veces que lo hiciéramos antes que levantarme a media noche porque un bebé lloraba, y ni hablar de un embarazo, Thea no tenía que pasar por ello. Por lo que sí, era mejor y preferible el usar condón, antes que sufrir las consecuencias de un rato de placer.

—Y aquí vamos otra vez, ha estado así hace días, no tiene hambre, no tiene dolor, sinceramente no sé qué le pasa—explicaba su madre mientras la cargaba en brazos y la mecía para que se calmase, algo que no parecía funcionar—. Sólo deseo que James vuelva pronto de esa misión.

La niña seguía llorando sin siquiera notar los esfuerzos de su madre por calmarla, removiéndose en los brazos de Jamie.

La miré con más atención, teniendo en cuenta lo último que su madre había dicho sobre el agente Tyler, no hizo falta nada más para darme cuenta de qué era lo que le sucedía a la niña.

—Bien, me costará efectuar esta acción, y demasiado—hablé mientras dejaba el vaso sobre la mesa—pero bien, ¿me permitirías cargarla?

—¿Eso ayudará a que se calme? —asentí mientras la veía—bueno, no tengo nada que perder.

—¿Tú cargarás a un bebé? —preguntó sorprendida Alice mientras me veía—eso sí que es nuevo.

Ignoré las palabras de mi pareja, y estiré mis brazos para cargar a Hope, aquello me había generado una sensación extraña, porque recordaba haber cargado a Sherlock cuando era bebé, aunque yo era bastante pequeño, y recordaba también haber cargado a Eurus, pero aquellos no me eran buenos recuerdos, y no me gustaba cargar a los bebés por esa misma razón, pero ya estaba en el tema, debía seguir, porque si me retractaba, no solo el llanto continuaría, sino que Alice tendría razón en que no me atrevía, algo que si bien no dijo, sí que lo pensó.

Así que una vez que tuve a la bebé en brazos, la dejé contra mi pecho, meciéndola lentamente para que se tranquilizase, ella se fue calmando, lento, pero lo hacía, dejando de lado primero el llanto y posteriormente cerrando sus ojos para volver a quedarse dormida.

—¿¡Pero qué rayos hiciste!?—preguntó la madre mientras la volvía a dejar en la silla, completamente dormida.

—Bueno, en realidad no hice nada, ella simplemente extraña a su padre, al acomodarle contra mi pecho, Hope podía sentir mi corazón, algo que, en el caso de las mujeres, es algo distinto, ya que los latidos se oyen menos fuerte, o, mejor dicho; menos directos, así que ahora que está engañada con lo que respecta a la ubicación de su padre, se calmará un tiempo, aunque no creo sea demasiado.

A Un Escritorio de DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora