Estaba en mi oficina, esperando para tener la segunda reunión que daría el juicio final a mi castigo por el altercado en la gala, en cosa de veinte minutos, estaría en la sala siendo juzgado nuevamente, para ver de qué se trataba mi sentencia, seguro no sería nada grave, pues como había dicho; me necesitaban, no podían deshacerse de mí tan fácilmente, de cierto modo, mi puesto de trabajo y yo, era un tanto intocables, así que sí, no me darían más que una suspensión leve, quizás y sin paga, aunque dudaba de esto último.
Para mi mala suerte, durante la espera, Sherlock había arribado a mi oficina, y si bien me miró extrañado, ignoró por completo el corte ya en proceso de recuperación de mi labio.
En cambio, la conversación pasó a centrarse en él, pues necesitaba algo, como era usual, y yo no estaba seguro de proporcionárselo, como también era usual.
—Sabes que aún me quedan varios favores—pedía Sherlock parado frente a mi escritorio—y necesito que me concedas uno, querido hermano—rodee los ojos para luego chasquear la lengua, segundos antes de tomar uno de los informes del tercer cajón.
—¿Tan necesario es? —pregunté a lo que él asintió. Miré sus reacciones, buscando la verdad en ellas—. No, no lo es, y ambos lo sabemos—repuse luego de darle un rápido análisis—aun así, tu sabrás cómo administrar los favores, hermano mío—terminé por decir mientras le extendía el informe que había pedido.
Abrió el mismos allí, sabía que no se lo llevaría lejos de mi vista, no le permitiría tal cosa, era demasiado arriesgado.
Cuando terminó de ver lo que buscaba me lo devolvió, pero lo hizo mediante rodear mi escritorio, acerándose a mí más de lo necesario, lo cual no solía pasar, quizás entre hermanos normales sí, pero nosotros no éramos así.
No entendí por qué había hecho aquello, hasta que habló, recién allí comprendí por qué lo hizo.
—Chanel—musitó mientras se alejaba de mí. Lo miré, llevaba una amplia sonrisa de triunfo en sus labios, parecía que cada vez estaba más cerca de descubrir aquel enigma, y digamos que las heridas en mi rostro solo habían sumado pistas—. Anthea usa Chanel. Ya es la segunda vez que lo siento en ti, y esta vez es mucho más fuerte, como si ustedes pasaran más tiempo juntos aparte de lo que amerita el trabajo—siguió hablando mientras yo sólo lo miraba con el ceño fruncido—es más, es tan fuerte que hasta me atrevería a decir que duermen juntos, aunque eso ya sería traspasar mucho tus barreras, Mycroft.
Yo sólo lo miraba sin decirle nada, no quería confirmarle ni negarle ninguna sospecha, aunque al fin y al cabo él ya lo había descubierto. Pero había algo que me impedía confesarle las cosas, y ese algo era que no quería darle más material para sus burlas de un futuro.
—¿Entonces sí encontraste a tu "pez dorado" ¿no es así?
—Ya vete, Sherlock, resuelve el caso que Lestrade te dio, y así evitamos el vernos, a ninguno le hace bien estar cerca del otro.
—No negaré eso.
Él continuó mirándome, como si buscara algo más, fue minucioso al observar, obviando las cosas simples, pareció centrarse en algo más.
—Bien—habló al fin mientras comenzaba a marcharse —. Por cierto—comentó desde la puerta, con su mano en el pomo de la misma—pareces algo cansado, me atrevería a decir que, a punto de enfermarte, y no es que me preocupe tu bienestar, sólo que, si te enfermas, nadie me proporcionará lo que necesite, ah, y has subido siete libras, parece que las cenas y almuerzos no te han faltado—y con aquello, se despidió.
Al salir dejó la puerta abierta, lo cual no me llamaba la atención, siempre era así. Mientras ésta se cerraba, vi cómo se acercó a Anthea dispuesto a decirle algo, pero no quise meterme, ella había aprendido rápido a lidiar con mi hermanito.
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A Un Escritorio de Distancia
Fiksi PenggemarMycroft Holmes, una persona a la que denominan: "el hombre de hielo", se ve obligado por su trabajo, a contratar un asistente personal, y es aquí cuando ella llegará a las oficinas, quedando a tan solo; un escritorio de distancia el uno del otro. C...