1. Entrevistas

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Hacía ya un buen tiempo que estaba sentado en aquella silla junto a dos "compañeros de trabajo", los cuales, por supuesto, estaban unos peldaños más abajo que yo en la jerarquía laboral, algo que disfrutaba bastante, pues odiaba rendir cuenta a personas que mentalmente eran inferiores a mí.

Había visto ya treinta y dos candidatos que se presentaban para el mismo puesto; ser mi asistente personal, y aquello de ver gente entrar y salir, dando discursos de aptitudes y razones por las cuales me convenía contratarlos, se tornaba aburrido y rutinario, normalmente las acciones rutinarias no me molestaban, después de todo yo era un burócrata, pero cuando las mismas involucraban personas con las cuales debía relacionarme presencialmente, se volvían extenuantes.

Habían pasado ya seis horas desde el desayuno, y no dejemos de lado que el desayuno cuando sigues una dieta estricta no es en verdad muy satisfactorio.

Mientras seguía pensando en que me saltaría el almuerzo, lo cual en realidad no era tan atípico, se escucharon tres golpes en la puerta, eran tres toques que decían "Estoy nervioso/a, pero a la vez estoy preparado/a para lo que sea" sí, había visto ya a tanto candidato que llegué al punto de poder identificar los diversos llamados a la puerta.

Unos de mis compañeros, le indicó al candidato que entrara. Una joven de unos veinticinco años, vestida con un traje gris, cabello ondulado y suelto, ojos marrón chocolate y caminar firme entró en la habitación, tenía un poco de maquillaje bien aplicado y se podía apreciar un toque de perfume

"Chanel N°8, si no me equivoco"

Los tres nos paramos educadamente para estrechar su mano como era debido, aunque debo de admitir, que aquello de pararse y sentarse por más que fueran modales, ya me estaba cansando, y si a aquello le adicionamos las horas que yo llevaba sin ingerir alimento alguno, se volvía algo bastante tedioso y agobiante.

Le indique a la candidata que tomara asiento, éste estaba ubicado justo en frente de mí, pues, al fin y al cabo, ella trabajaría directamente para mí persona.

—Buenos días—saludé con cortesía y educación mientras mi vista se fijaba directo en sus ojos—mi nombre es Mycroft, y soy para quien trabajarías en caso de ser contratada—me presenté como ya era costumbre con los anteriores aspirantes.

—Buenos días, señor, un gusto que me hayan podido recibir el día de hoy—se dirigió a mí con un tono de voz sereno y neutral.

"Señor", eso me agradó, yo sabía que mi nombre podía ser un tanto extraño, no sé en que pensaban mis padres cuando lo eligieron, y lo mismo con el de mi hermano, pero, a su vez, tampoco era un nombre que contuviera apodos, o al menos ninguno era muy de mí simpatía, ya que dirigirse a mí como; "Myc" o "Miki" era algo que solo mi madre solía hacer, aunque yo me opusiese a ello.

Así que el hacer referencia a mí como "señor", me parecía más respetable y profesional por su parte, por otro lado, fácilmente yo le quitaba cosa de diez años de diferencia, por lo que era normal se dirigiera a mí de esa manera.

—¿Cuál es su nombre? —preguntó rutinariamente el hombre a mi lado, con ese tono altivo que se le había generado con el correr de los años y las escaladas de puestos que había logrado.

—Alice Hoffman, señor.

Me agradaba esa forma de hablar, era centrada y respetuosa, pero con la medida justa de confianza.

Su forma de vestir, como ya resalté, era adecuada, su forma de dirigirse a los superiores era muy buena, y su apariencia en general ante todos, era impecable. 

Mientras yo seguía sumido en mis pensamientos, los otros dos hacían las preguntas de rutina, preguntas las cuales muchas veces yo no le veía sentido alguno.

—¿Dónde te ves dentro de diez años?

Aquella era una de las preguntas que ejemplificaba a la perfección mi desconcierto.

"¿Para qué preguntarle dónde se verá en diez años, si la candidata aún no sabe siquiera si tendrá el puesto? No le veo lógica a eso".

Me cuestionaba yo internamente, pero bien, el protocolo marcaba seguir esas preguntas así que sin más había que cumplir.

—Tengo entendido que estuviste trabajando en una empresa bastante grande aquí en Londres.

—Sí, pero decidí retirarme de dicho lugar.

—¿Y el porqué de esa decisión?

Ella lo dudó unos segundos, como si pensara en las palabras adecuadas para responder.

—El trabajo allí no lograba mantenerme lo suficientemente ocupada, señor, siempre pensé que aspirar a algo más me haría destacar mejor mis años de estudio y me ayudaría a llegar más alto, y en dicha empresa no iba a poder progresar mucho más—contestó finalmente, entrecerré mis ojos enseguida de oírla, tener a Sherlock Holmes como hermano, te daba ventajas a la hora de descubrir mentiras.

Las empresas en general habían crecido mucho en los últimos años, y siempre estaban deseosas de personal, y más si se trataba de gente joven a la cual explotar, por más mal que suene, así funciona. Seguramente ella tenía mucho trabajo en aquel lugar, y si era tan lista como quería aparentar, no sería difícil escalar.

Otra tuvo que ser la razón para que ella haya decidido retirarse de aquel sitio.

—No es muy inteligente mentir en su primera entrevista—comenté fugaz mientras me alisaba el pantalón luego de cruzar mis piernas.

Ella sólo bajó la mirada unos segundos y luego la regresó a mi rostro, y clavando el marrón chocolate en el azul acerado de los míos, contestó.

—No, decidí retirarme por uno tema más personal, siento si le falto el respeto, pero no me gustaría abarcar el tema, y menos frente a tantos presentes.

—Comprendo su punto—terminé por decir, para regresarme al silencio nuevamente.

Le volvieron a hacer una de las preguntas sin sentido, y finalmente esa entrevista acabó.

Al encontrarnos los tres solos en la habitación nuevamente, me levanté y me dirigí a los otros dos.

—Creo que es todo por hoy.

—Pero aún faltan candidatos.

Yo tomé unos archivos que había depositados en la mesa al lado de mi silla, se lo tendí a Stephan, y dejándolo caer sobre su regazo le comuniqué lo siguiente:

—Llame a estas personas, y cítelas para la semana que viene

—Está bien, Sr. Holmes.

Al salir de esa sala me dirigí a mi oficina, sabía que tenía algunos chocolates en uno de los cajones de mi escritorio, no me gustaba romper mi dieta, pero de vez en cuando era necesario. 

A Un Escritorio de DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora